Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
simétricos montículos
y ramas esqueléticas.
Bajo el invernadero,
naranjos en maceta,
y en su tonel, pintado
de verde, la palmera.
Un viejecillo dice,
para su capa vieja:
«¡El sol, esta hermosura
de sol!...» Los niños juegan.
El agua de la fuente
resbala, corre y sueña
lamiendo, casi muda,
la verdinosa piedra.
4 comentarios:
Precioso poema escogiste, Ashbless, perfecto para irse de tu casa relajado con ese murmullo del agua acariciando el pensamiento...
Besos.
Hay que ver lo que da de sí la sencillez, como la de este poema...
Dichosos los niños y el viejecillo; la inocencia en sus dos extremos. Paz
Muchas gracias amigos de Calle quimera. El invierno no parece asentarse por mi tierra, pero algunas mañanas frescas el sol es un rgalo, y el mundo parece alcanzzar la paz.
Besos
Estimado اري , los viejos y los niños están en los mejores posiciones para alcanzar la felicidad, según los estudios y estadísticas. Será porque son los que saben menos o creen menos importante lo que se supone que es importante. Se deben quedar, por tanto, con lo verdadero.
Un abrazo
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