Esta semana me examiné de Bioquímica. Es el segundo año que me matriculo, el año pasado se me cayó la asignatura del calendario pero este curso más me vale sacarla y evitar pagar nuevas matrículas.
Curiosamente, la materia crítica de esta asignatura es el ciclo de Krebs. Me suena, me tocó estudiarlo en el instituto, y también cuando estudié Ciencias Químicas, y luego en Fisioterapia, pero para ser sinceros, nunca me lo aprendí. Supongo que por cabezoneria, o por miedo a tantos nombres extraños y el esfuerzo que requiere. De modo que siempre me estudié a fondo el resto de la materia y pude pasar de puntillas, bastante satisfecho de salirme con la mia, pese a los aprobados algo justos y seguir sin tener ni idea.
Y años después, la vida y los temarios académicos me presentan por cuarta vez - quinta ya este curso- ante el dichoso ciclo. Y solo tengo dos opciones, quedarme en la orilla o aprenderlo. Y esto me ha dado que pensar.
El karma puede ser visto de muchas maneras, la más usual es entenderlo como una justicia cósmica que castiga o recompensa nuestras acciones. Otro modo de verlo es como un "Destino", un camino vital que se aguarda para ser recorrido. Una serie de puntos críticos o de experiencias que a modo de preguntas en un examen estructuran nuestra biografia.
Dice algunos que las lecciones que no se aprenden están condenadas a repetirse. Quien no es capaz de decir "no", tendrá problemas hasta que aprenda a decirlo. Similarmente pasa con las relaciones personales, con los miedos o problemas en general. Son pruebas que hasta dominarse reaparecerán una y otra vez en nuestra vida y que tras resolverse van desapereciendo o dejando de tener importancia, dejando lugar a otras.
De modo que si no me pongo en serio, si no soy valiente y aprendo el ciclo de Krebs, estoy condenado a seguir escurriendome, o quedarme en el anden y ver escapar al tren de la carrera. E igual con la vida.
Aquí estoy, condenado a aprender de mis actos y mis consecuencias...
1 comentario:
ánimo hermano!!!
.antuan.
Publicar un comentario