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Alan Moore probablemente sea el mejor guionista de comic de todos los tiempos, y uno de los mejores escritores britanicos de los últimos cincuenta años. No soy el único en pensarlo, y muchos amantes del comic o no, conocerán historias como Watchmen, From Hell, La liga de los extraordinarios caballeros y otras más, ya sea en sus extraordinarias versiones en comic o las lamentables adaptaciones cinematográficas.
Un narrador extraordinario, Moore demuestra ser un artista profundamente humano en Watchmen, un erudito en From Hell, un enamorado de la literatura del siglo XIX en La Liga... e incluso un anarquista en V de Vendetta.
Promethea es una hija de la madurez, y mucho más extraña aún que sus hermanos de ficción. Cuando iba a cumplir los cuarenta años, Moore se anticipó - o al menos eso dice él- a la crisis de los 40 haciendose mago. No de los de chistera y baraja, sino de los de pentagrama y tabla cabalista.
Siguió haciendo comic como financiación, costumbre o por amor a las viñetas, pero sus historias pasaron a tener más caracter de experimento, revisión y exploración del comic, o pedagogia. Y eso es Promethea. Un tebeo fascinante sobre una historia viva, una semidiosa que sucesivamente se ha encarnado en aquellas mujeres que contactaron con un mito que existe desde la antiguedad y reaparece periódicamente en forma de leyenda urbana, tira cómica o poesia.
Promethea es hija de la magia y la imaginación. Alan Moore nos habla de la validez de los sueños, la libertad de las ideas y la responsabilidad que todos compartimos por vivir en este de entre todos los mundos posibles. Y por si fuera poco, nos da un exhaustivo pero comprensible curso de tarot, cabala, cosmologia hermética y ocultismo.
Esta noche, de un tirón he acompañado a Promethea en un viaje por las esferas del cosmos, en busca de Dios y del marido de una amiga muerta. He aprendido más de lo que esperaba sobre alquimia y magia hermética, y me han parecido admirables todas esas artes pues acercan el universo, el ser humano y Dios a la limitada razón.
Pero después de haber visto un pequeñísimo resumen del edificio que construyerón durante tantos siglos místicos, cabalistas y hechiceros, me pregunto si no es camino muy largo, un andamio innecesario aquel que te oculta lo que deseas ver.
Siento para mí, que aquello que apenas imagino, que me cuesta vislumbrar en los momentos más claros, está ya aquí. No es cosa de contruir herramientas para ver objetos lejanos ni sistemas lógicos para diseccionar lo divino y reducirlo a lo humano. Entiendo y siento que mi camino es el opuesto, reducir el equipaje de miedos, diferencias y prejuicios, olvidar pasado o futuro, y simplemente ser...