jueves, junio 29, 2006

Amanecer


























He pasado la noche trabajando, pero contra lo normal, en lugar de estar solo, o en tranquila conversación con otro noctámbulo, he tenido que compartir esas horas con múltiples personas para llevar a cabo una reparación de urgencia.

Finalmente, con la aurora ha estado todo resuelto. Lejos los momentos de adrenalina y preocupación han surgido instantes de charla, de acercamiento. El tema estrella, el modo en que cada uno ha llegado al amanecer. Unos más cansados, otros con alguna hora de sueño o deseando llegar a la cama. Aquellos prefieren una noche de trabajo en la que no parar para no sentir sueño. Yo prefiero simplemente dormir...

Me ha resultado sorprendente, igual que muchas otras cosas evidentes, como cada persona tiene una visión tan diferente de algo común, como cada uno de nosotros contempla una faceta distinta del mismo amanecer.

Es algo que intento integrar en mí, pero que aún me sorprende; la infinita variedad de matices y luces del mundo, de cada idea, de cada momento, de cada cosa.

Por ello, ahí teneis nueve distintos amaneceres. Hay muchos más, en Flickr, y en el mundo, dentro de cada uno de vosotros, de nosotros...

lunes, junio 26, 2006

La sombra de la luz
















El sábado treinta actúa cerca de mi ciudad Franco Battiato. En concreto lo hace en el castillo de Lorca, acompañado por la orquesta sinfónica de Murcia.

Es una cita que llevo esperando muchos años. Tengo las entradas compradas, la agenda despejada y en el mp3 los últimos discos del maestro.

Me gustan mucho, en concreto Fleurs3, pero mis favoritas siguen siendo las canciones que se publicaron en español en los ochenta y noventa, recopiladas y en nuestro idioma.

Ya he hablado de mi adolescencia, del impacto que supuso Battiato, de tantas cosas. Ahora suena en la oficina, y no he sido yo quien la ha puesto, la sombra de la luz. Es una de mis canciones favoritas.
Leer la letra solo o escuchar un fragmento, está tan alejado de oir la canción entera, como alimentarse de los discos de asistir a un concierto.

He encontrado por cierto unos escaneos y transcripciones notas de prensa sobre conciertos y entrevistas. Interesantes.

Ya os contaré, de momento creo que aún hay entradas, si os encuentra el concierto cerca y sentís la llamada, ya sabeis...


La sombra de la luz

Defiéndeme de las fuerzas contrarias,
en el sueño nocturno cuando no soy consciente,
cuando mi sendero se hace incierto.
Y no me dejes nunca más,
no me dejes nunca más.
Devuélveme a las zonas más altas,
a uno de los reinos de calma.
Es tiempo de escapar de estos ciclos de vidas.
Y no me dejes nunca más,
no me dejes nunca más.
¿Por qué los gozos del más profundo afecto
o del anhelo más sutil de pulso
sólo son la sombra de la luz?
Recuérdame lo infeliz que me siento
lejos de todas tus leyes.
¿Cómo no malgastar el tiempo que me queda?
Y no me dejes nunca más,
no me dejes nunca más.
¿Por qué la paz de ciertos monasterios
o la armonía vibrante de todos mis sentidos
sólo son la sombra de la luz?

Una semana diferente


















Acabó una semana, y empieza otra.

La verdad es que empezó otra semana y empieza una. La semana pasada fue ajena, extraña. Una semana sin estudiar excepto un poco de autoescuela, alienado por los cambios de turno y de sueño y en la que no conseguí ver casi a ningún amigo de los de siempre.

Hubo muchas cosas buenas, estar con gente muy especial -pero me supo a poco, quizas porque fue poco- salir a la fiesta india del sábado -que era india de los navajos, apaches y demás colegas, no de indues- y algunos paseos como el de anoche.

Por otro lado reconocí cosas, me reencontré con mis escalones, mis momentos de vacio. No sirvo para estar tirado en una playa tropical bebiendo cubatas. Podria hacerlo, pero no me iba a sentir mejor que nadando por la playa, aprendiendo a trepar por las palmeras, o explorando la zona para despues meditar al atardecer.

Me resulta atractiva la idea de estar tirado, pero no se si es porque me han dicho que es estupendo, o porque me apetece desde este mundo esforzado y ultimamente agotador. Solo puedo decir que no me sentaría bien a la larga, que me encontraria peor que al empezar.

Mis diversiones o mi modo de descansar y encontrar paz supongo que no son las del vecino - o las que le venden al vecino- y al menos los cuatro modos en que he tirado mi tiempo estos dias no me han hecho más feliz.

Tengo que escucharme, supongo, para recordar que es lo que me gusta y me apetece. He estado leyendo tebeos, demasiados, y entre tanta página escaneada, he encontrado un par de cosas aprovechables, y algo que parece incluso, escrito para mí.

Es una página de Supreme Powers, una reinterpretación del guionista de Babilon 5 del mito de Superman y otros superheroes. Supermán es un chico educado y manipulado por un gobierno que le teme y que se siente solo, y fútil. Encuentra alguien capaz de entenderle -el clásico colega negro de telefilm- y tienen una pequeña charla. Muy esclarecedora.

Bueno, me voy a poner en marcha. Primero viene el profe de ingles y luego a ponerme vacunas para un viaje y más tarde gimnasio...

Toca ponerse el chandal y trabajar. ¿Acaso la vida es otra cosa que un camino?



domingo, junio 25, 2006

Ya han salido las notas

El viernes salieron las notas.

He aprobado, con un 6.30 de media en el examen de selectividad. Eso me deja en una nota de 6.63, por debajo de la nota de corte de Fisioterapia del año pasado, 6.95.

No estoy desanimado, más, viendo el poco tiempo que conseguí dedicarle a estudiar estas semanas. En septiembre espero subir la nota , gracias a la experiencia y sobretodo a preparar mehor las asignaturas.

Por cierto, me pusieron un 5.5 en filosofia. Teniendo en cuenta que no habia estudiado a Descartes, no está mal.

La rueda de mis exámenes ha terminado una vuelta y en los proximos meses dará otra más. Quien me hubiera dicho que iba a preparar la selectividad tantas veces...

viernes, junio 23, 2006

instante


















Llevo dos dias escribiendo una entrada del blog.

Ayer recordé un relato sufí que habia leido en una revista de mi novia, y estube dandole vueltas a la transcripición. Lo recordaba bien y me habia impresionado vivamente, pero no me sonaba sufí, Sufí. Esos eran unos tios que se vestian con ropas de lana en el norte de áfrica, y que buscaban en el interior de arabescos y laberintos la sencillez de un dibujo para así entender el universo. Eran gente de una compleja sencillez.

Sus relatos tienen hasta siete interpretaciones diferentes a múltiples niveles, que te estallan en la mente años después cuando has madurado lo suficiente como para entender lo que decian, como las canciones del Último de la Fila. Y quizas años después si eres afortunado en el esclarecimiento tu vida, veas otro dibujo más sencillo aún en la alfombra del relato.

El cuento del que hablaba lo habia entendido a la primera, y no tenia pinta de ocultar -quien sabe - nada más. De modo que me puse a mirar más relatos, a comparar, a descartar. Leí, leí más para complacer a mi delicada audiencia, y mientras, pues estaba trabajando, resolví problemas grandes y pequeños e incluso una o dos cosas que no eran tonterias.

Y cada vez que estaba decantado por un relato o por una redacción concreta, algo me desviaba de ponerme, o de un detalle. Y así durante toda la mañana.

Hace unos minutos, cuando me han pedido que realice otra tarea cuyo instante de realización puedo fijar yo, me he dado cuenta que mi intención era hacerla inmediatamente, y que como toda la mañana, por una cosa importante o una tonteria, iba a postponer la entrada, y pasaría la jornada, despues la tarde en ver a un amigo, y quizas mañana no hubiera publicado nada.

Y he visto lo valioso del instante, y como habia dejado que se deslizara entre mis dedos desde ayer por tantas razones lógicas y estúpidas. Y éste momento es de oro si sabes mirar, es un diamante, como lo es una gota de agua atrapada en su vuelo.

En cinto minutos estaba copiado el relato, seleccionada la imagen y realizada la publicación de la entrada. Para esos cinco minutos he pasado pensando parte apreciable de estos dos dias, auque el relato y la entrada no necesitaban tanta meditación.

Se me escapan muchos pájaros al vuelo, se me estrellan muchas gotas de lluvia en el suelo, donde cambian de brillantes a manchas de humedad. Espero que esta otra lección me guíe en no dejar marchar los tranvias que salen en cada instante, en todos los aspectos de la vida.

Si no, corro el riesgo de vivir la vida de los demás, de resolver sus problemas, y de no ver los mios, de perderme en un bosque de detalles, de perderme...

El cuento de las arenas, un relato Sufí































En los últimos años, dentro de la corriente de uso de cuentos para transmisión de mensajes o enseñanzas, se han empezado a difundir los relatos sufies.
Estos cuentos poseen de tres a siete interpretaciones, siendo la primera muchas veces una anecdota chistosa o extraña, que asegura que el relato sea popular, y luego otras más profundas para los iniciandos o iluminados.

He estado leyendo algunos relatos, y buscando por la red, y me he encontrado tanto historias de nuevo cuño, o tomadas de otras filosofias, y empaquetadas con esta etiqueta. Esto no quiere decir que los relatos no sean buenos, pero no te van a encaminar dentro de esa línea filosófica concreta.
Otros cuentos si son sufies, pero siéndolo no tienen ese punto a lo Pablo Cohelo que esperas seguro. Pero si que son Sufies, lo juro.

A continuación os pongo un autentico relato sufí del siglo XVIII que espero os guste y os de que pensar. Más cuentos aquí...

¿Que es eso de sufí? Será mejor que te lo explique un experto...



El Cuento de las Arenas

Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaba a éstas.

Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto y sin embargo, no había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo le susurró:

"El Viento cruza el desierto y así puede hacerlo el río"

El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y ésa era la razón por la cual podía cruzar el desierto.

"Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo no lograrás cruzarlo. Desaparecerás o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino"

-¿Pero cómo esto podrá suceder?

"Consintiendo en ser absorbido por el viento".

Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo él nunca había sido absorbido antes. No quería perder su individualidad. "¿Y, una vez perdida ésta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla alguna vez?" "El viento", dijeron las arenas, "cumple esa función. Eleva el agua, la transporta sobre el desierto y luego la deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río"

-¿Cómo puedo saber que esto es verdad?

"Así es, y si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano y aún eso tomaría muchos, pero muchos años; y un pantano, ciertamente no es la misma cosa que un río."

-¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?

"Tú no puedes en ningún caso permanecer así", continuó la voz. "Tu parte esencial es transportada y forma un río nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué parte tuya es la esencial."

Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente, recordó un estado en el cual él, o una parte de él ¿cuál sería?, había sido transportado en los brazos del viento. También recordó --¿o le pareció?-- que eso era lo que realmente debía hacer, aún cuando no fuera lo más obvio. Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente, los detalles de la experiencia. Reflexionó: "Sí, ahora conozco mi verdadera identidad". El río estaba aprendiendo pero las arenas susurraron: "Nosotras conocemos, porque vemos suceder esto día tras día, y porque nosotras las arenas, nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña"

Y es por eso que se dice que el camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía está escrito en las Arenas.

Awad Afifi el Tunecino

jueves, junio 22, 2006

Juicio






















Antes de ayer me empezó a molestar la muela del juicio.

Hacia un par de años que se agitó un poco, apenas un dia o dos. Este año el saludo de la dichosa muela llegaba más fuerte y parecia más duradero, de modo que este tercer dia, hoy, he visitado al dentista que no sabia que tenia.

El modo de conocerlo ha sido por mi seguro médico, que no me ha ahorrado practicamente nada, pero me ha desterrado una creencia, me ha traido un buen consejo y me ha dejado una esperanza.

La creencia es que era inmune a las caries. Despues de pasar todos estos años sin una caries, empezaba a pensar que tenia los dientes de acero, como superman. Unos dientes inmunes a las pobres bacterias terrestres. O como decia a veces, el secreto estaba en mi saliva, que no daba lugar a microorganismos segregadoras de ácidos.

Cuatro caries. Cuatro. Chiquititas o eso, en lugares olvidados del fondo de mi boca. Pero cuatro.

Él médico me ha caido estupendamente. Primero por decirme que su filosofia era no operar si no era necesario. Si la muela daba guerra, se quitaba, pero lo mismo pasaban años sin que fastidiara más de unos dias. Y la cirugia es algo intrusivo.
Mis orejas aplaudian al escuchar esto. Ni el babero, ni el tubo aspira babas, ni la absurda posición del respaldo, ni la ligera bizquera de este prohombre emborronaban su gran frase -Yo no soy partidario de operar...
Luego me empastó dos muelas sin que sintiera una sola molestia, y acabó diciendome que tenia una boca casi estupenda. Solo la muela del juicio inferior izquierda, y esas caries. Pero estaba muy bien... Una boca casi estupenda.

Ni la factura, ni el rato de terror observando los diversos taladros y herramientas dentales sentado solo en la sala 1. Ni siquiera la sensación de ser atravesado por radiaciones duras mientras me hacian la placa. Tampoco ver la radiografia de mis dientes, que me recordaban en la placa los de la mula Francis pese a ser de aspecto corriente.

La esperanza es que mi muela del juicio inferior izquierda - o sea M.J.I.I- se porte bien de momento, para que no me tengan que operar. A mí, al hombre de hoy.

¿Y la enseñanza?

¿Que aunque intenté disimularlo hasta para mí, he pasado un rato de miedo mientras ignoraba que me iba a pasar y como seria, y tras saber que ocurria, el miedo se ha pasado?
¿Que mi seguro médico privado es de cartulina?
¿Que cobardemente, el hombre de hoy le deja a un extraño, el hombre de mañana, la responsabilidad de apañarselas con una muela gamberra?
¿Que una cosa al azar te puede romper el presupuesto cuando menos te lo esperas?

No. Ayer en una conferencia un señor bastante sabio dijo que si el indicador de aceite del coche está en rojo, lo más estúpido que puedes hacer es arrancar los cables del indicador para no verlo. Me pareció una de las mejores cosas de una conferencia bastante interesante. Pero hoy cuando la mitad cobarde de mi corazón me reprochaba haber ido al dentista, he entendido mejor lo que significaba la frase de ayer.

No puedes cerrar los ojos a los problemas. Como una pequeña caries de hoy, se harán cada dia mayores. Y acabarán por estropearte el diente...

lunes, junio 19, 2006

Caronte




































Tras acabar un mes de pensar solo en una cosa concreta, los exámenes, quizás entiendo un poco a Caronte. Un relato extraordinario del siempre fantástico Lord Dunsany...




Caronte se inclinó hacia delante y remó. Todas las cosas eran una con su cansancio.

Para él no era una cosa de años o de siglos, sino de ilimitados flujos de tiempo, y una antigua pesadez y un dolor en los brazos que se habían convertido en parte de un esquema creado por los dioses y en un pedazo de Eternidad.

Si los dioses le hubieran mandado siquiera un viento contrario esto habría dividido todo el tiempo en su memoria en dos fragmentos iguales.

Tan grises resultaban siempre las cosas donde él estaba que si alguna luminosidad se demoraba entre los muertos, en el rostro de alguna reina como Cleopatra, sus ojos no podrían percibirla.

Era extraño que actualmente los muertos estuvieran llegando en tales cantidades. Llegaban de a miles cuando acostumbraban a llegar de a cincuenta. No era la obligación ni el deseo de Caronte considerar el porqué de estas cosas en su alma gris. Caronte se inclinaba hacia adelante y remaba.

Entonces nadie vino por un tiempo. No era usual que los dioses no mandaran a nadie desde la Tierra por aquel espacio de tiempo. Mas los Dioses saben.

Entonces un hombre llegó solo. Y una pequeña sombra se sentó estremeciéndose en una playa solitaria y el gran bote zarpó. Sólo un pasajero; los dioses saben. Y un Caronte grande y cansado remó y remó junto al pequeño, silencioso y tembloroso espíritu.

Y el sonido del río era como un poderoso suspiro lanzado por Aflicción, en el comienzo, entre sus hermanas, y que no pudo morir como los ecos del dolor humano que se apagan en las colinas terrestres, sino que era tan antiguo como el tiempo y el dolor en los brazos de Caronte.

Entonces, desde el gris y tranquilo río, el bote se materializó en la costa de Dis y la pequeña sombra, aún estremeciéndose, puso pie en tierra, y Caronte volteó el bote para dirigirse fatigosamente al mundo. Entonces la pequeña sombra habló, había sido un hombre.

"Soy el último", dijo.

Nunca nadie antes había hecho sonreír a Caronte, nunca nadie antes lo había hecho llorar.

La selectividad terminó















Ya terminó la selectividad.

Han sido unas semanas en torno a los exámenes, preparando las asignaturas o intentado hacerlo, el pensamiento centrado en la biologia, el análisis sintactico, o el momento del examen.

La última semana estaba agotado, y aunque el ginseng me sentó muy bién, el cansancio acabó superando sus efectos y tras unos dias sin poder concentrarme, tuve que parar para descansar, desmoralizado.

Afortunadamente me animaron mucho, y esa confianza -más suficientes horas de sueño- me lanzaron de nuevo a estudiar en el último dia, y a afrontar los exámenes con buen humor.

Y no ha ido mal. De hecho, independientemente de lo que indiquen las notas, tengo una sensación muy buena. Me he desenvuelto muy bien pese a mi escasa preparación, me he entretenido estudiando, y muchísima gente me ha animado, me ha deseado suerte y me ha dado un empujón cuando lo he necesitado. Muchas gracias a todos.

He aprendido tambien una lección acerca de la importancia de vivir el tiempo propio, no dejartelo enredado en los problemas ajenos. Esta vez ha sido así, y no he podido aprovechar más que una fracción del mes anterior a los exámenes. Como mi intención es estudiar el año próximo, más me vale en el futuro administrar y priorizar mi tiempo.


El tiempo es de las pocas cosas que poseemos. Pero es como el aire. No podemos disfrutarlo de verdad más que cuando lo respiramos, lo utilizamos a fondo y somos conscientes de lo que hacemos, en lugar de perdernos en el pasado o en el futuro.

Además de todo esto, he tenido algunas anecdotas curiosas.
Primero, que era el abuelo de todos los estudiantes presentes, confundiendome con un empleado de la universidad, o no creyendose los examinadores que yo iba a sentarme con los otros examinandos.
O el examen de filosofia. Me habia estudiado a Platón -que siempre cae en Murcia- hasta el agotamiento. Habia releido varios libros, discurrido, conseguido que me gustara, y por si acaso habia estudiado a tres filósofos más de los seis que podia elegir. Bueno, pues el dia del examen no pusieron a Platón, ni ha ninguno de los que me habia repasado. Unicamente a los que habian quedado fuera del repaso. Así que cogí a Descartes, y me enrrollé dandole vueltas al texto hasta que ya no se el podia sacar una metáfora o idea más. Fuera del texto, solo me acordaba de anecdotas frikis de su vida que mejor no poner... Como me pongan una buena nota ahí, lo voy a flipar.

Bueno... Y ahora estoy escribiendo en este blog olvidado, casi sin visitas, que ha recibido tan poca atención ultimamente. Voy a volver a escribir con frecuencia, me lo pide el cuerpo, pero aún estoy en descompresión. Me extraña no dedicar mis minutos a estudiar o sufrir por no hacerlo. Voy en bici tranquilamente, leo, novelas de aventuras de Tim Powers, juego a las cartas, paseo con mi pareja, y me he enganchado a Camera Café.

Es que despues del examen me toca trabajar un montón de dias a doce horas y de noche, y en lugar de estar de terrazas, o irme unos dias fuera a olvidarlo todo, tengo que quedarme aquí, afortunadamente con internet y aire acondicionado. No habia visto en la tele la serie, pero me han enseñado los cortos en Youtube, y estoy enganchado.

Podeis mirarlos aquí, pero cuidado, son mucho más adictivos que estudiar o que el café...

sábado, junio 10, 2006

Ginseng, examenes, Platon y el tiempo

Hace ya más de una semana que no me asomaba al blog.

He pasado este tiempo estudiando e intentando estudiar, que son dos cosas tan proximas pero tan diferentes como la leche y el vaso. Intentar estudiar lo he estado haciendo casi todo el tiempo. Más o menos bien.

Los ratos en que la tarea anterior han dado fruto, y no han sido todos, he acabado estudiando de manera efectiva. Han sido ratos muy buenos, preciosos como son preciosos los diamantes; porque son luz cristalizada y porque escasean bastante.

He acabado las practicas de Oracle con un examen final sobresaliente, y he sufrido una crisis de agotamiento que me estaba dejando para el arrastre.

El agotamiento se ha resuelto con unas ampollas de Gingsen, que me han devuelto la vitalidad de una manera asombrosa, sin sobreexcitarme, pero con la energia que suelo tener en mis dias de descanso. Un cambio increible de un dia para otro. De estar arrastrandome a poder hacerlo todo y con sobradas energias.

La verdad es que en cuanto termine el ultimo examen, el viernes, voy a dejar de tomarlas. Tanta eficacia me sorprende. Si en los dias siguientes no acuso la falta de ayudexterna, ya informaré para que consuman alegremente este no-farmaco maravilloso.

Iba a poner en este post unos enlaces superchulos que he visto esta tarde al entrar al trabajo, pero se los ha comido la entropia, igual que se habia comido la especificación de tamaño de letra en I Explorer. Como usuario de Firefox que soy no me habia dado cuenta del fallo y el blog ha estado sin actualizar y con un tamaño de letra gigante una semana y media.

Lo he resuelto y he cambiado la plantilla a otra de transicion. No me convence mucho, pero los intentos de adaptar una más original no me han tenido fruto hoy. Es que estoy en otra cosa, en concreto en la semana próxima, o en el amanecer que llega ya tras mi noche de trabajo.

Para entretener y rebajar orgullos propios y ajenos, aquí pongo un fabuloso relato de mi escritor favorito -otro más- Lord Dunsany. Más información sobre este extraordinario narrador, soñador y poeta, mañana.



EL SIGNO Lord Dunsany

Un día, al entrar en el Club de Billar a la hora del almuerzo, me di cuenta en seguida de que la conversación era un poco más profunda que de ordinario. De hecho se discutía acerca de la transmigración de las almas. Los socios eran hombres acostumbrados a hablar de temas muy variados, desde el precio de más de una mercancía en la bolsa de valores al mejor lugar para comprar ostras; sin embargo, las complejidades de la vida futura de un brahmán quedaban un poco fuera de su alcance. Una mirada a Jorkens me indicó de lo que se trataba; si se habían metido en honduras era sobre todo para librarse de Jorkens, como alguien que, tomando el fresco en un paseo marítimo, se adentrara en el mar para evitar ponerse al corriente de una historia demasiado larga de contar. El motivo para desear librarse de Jorkens era, naturalmente, que alguno de ellos tenía historias propias que contar.

-La transmigración -dijo Jorkens- es algo de lo que se oye hablar bastante, pero raras veces se ve.

Terbut abrió la boca pero no dijo nada.-Dio la casualidad de que se me presentó en una ocasión -prosiguió Jorkens.
-¿Se le presentó? -dijo Terbut.

-Se lo contaré -dijo Jorkens-. Cuando era joven conocí a un hombre llamado Horcher, que me impresionó muchísimo. Por ejemplo, una de las cosas que más me solían impresionar de él era la forma en que, si alguien hablaba de política y se preguntaba por lo que iría a suceder, tranquilamente decía lo que el Gobierno pensaba hacer, aunque no hubiera aparecido ni una sola palabra al respecto en ningún periódico: era siempre impresionante; y todavía más: si alguien intentaba adivinar lo que iba a suceder en Europa, llegaba él con su información con la misma tranquilidad.

-Y, ¿solía tener razón? -preguntó Terbut.

-Bueno -replicó Jorkens-, yo no diría eso. Pero nadie se arriesgaría de ninguna manera a vaticinarlo. En cualquier caso, entonces me impresionó bastante, y a los ancianos más que a mí. Y había otra cosa que hacía muy bien: me daba consejos sobre cualquier tema que se pudiera imaginar. No digo que el consejo fuera bueno, mas al menos indicaba el vasto alcance de sus intereses y su alegría por compartirlos con otros, pues con sólo oír que alguien deseaba hacer algo, se ofrecía inmediatamente a aconsejarle. Una y otra vez perdí sumas considerables de dinero a causa de sus consejos; y sin embargo había en ellos una espontaneidad, y una cierta profundidad aparente, que no podía dejar de impresionarle a uno.

"Bien, uno de aquellos lejanos días en que todavía era muy joven y todo el mundo me parecía igualmente nuevo, y la fe de los brahmanes no me era más desconocida que la teoría acerca del origen del hombre, empecé a hablar con Horcher del tema de la transmigración. Él se sonrió ante mi ignorancia, como siempre hacía, aunque amistosamente, y luego me contó todo lo que sabía sobre el tema. Los brahmanes, dijo, estaban equivocados en muchos detalles importantes al no haber estudiado científicamente la cuestión y no estar intelectualmente cualificados para entender sus aspectos más difíciles. No les contaré la teoría de la transmigración tal y como él me la explicó a mí, porque pueden ustedes leerla por sí mismos en los libros de texto. Lo que me contó no era nuevo para mí, mas sí lo fue la íntima certeza con que me la contó, y la impresión más bien excitante que dejó en mi mente de que todo lo había descubierto por sí mismo. Mas les diré un par de cosas sobre eso: una de ellas es que, a causa del interés que siempre se había tomado por las circunstancias que afectan al bienestar de las clases más bajas, estaba convencido de que sería recompensado con un considerable ascenso en su próxima existencia, "si (como él calculaba) hay justicia en la otra vida".

"-Pues -decía- si no fuera recompensado en una existencia posterior, el interés por semejantes cuestiones durante esta existencia, nada tendría sentido.

"Recuerdo que paseábamos por un parque mientras me contaba todo eso, y el camino estaba lleno de caracoles, que probablemente iban hacia unos álamos no muy distantes, ya que cada uno de aquellos árboles tenía varios de esos animales subiendo por su tronco, como si todos realizaran ese viaje en aquella época del año, que era a comienzos de octubre. Le recuerdo pisando los caracoles al andar, no por crueldad, pues no era cruel, sino porque pensaba que eso no podía importar a formas de vida tan absurdamente inferiores. Y la otra cosa que me dijo fue que había inventado un signo, o más bien que había inventado una forma de grabárselo en la memoria. El signo no era sino la letra griega f, pero él era un hombre enormemente diligente y se había adiestrado o hipnotizado a sí mismo con tal vehemencia a fin de recordar ese signo, que estaba convencido de poder hacerlo automáticamente, incluso en otra existencia. En esta vida lo hacía a menudo de forma totalmente inconsciente, trazándolo en las paredes con su dedo, o incluso en el aire: se había adiestrado para hacer eso. Y me dijo que, si alguna vez me veía en la siguiente vida y se acordaba de mí (y sonrió agradablemente como si pensara que semejante recuerdo era posible), me haría ese signo, cualesquiera que fueran nuestras respectivas posiciones sociales.

-¿Y qué creía que iba a ser en la otra vida? -le pregunté a Jorkens.

-Nunca me lo dijo -contestó Jorkens-. Mas yo sabía que él estaba seguro de que iba a ser alguien enormemente importante; lo sabía por la condescendencia que mostró en su amable comportamiento cuando dijo que me haría el signo; además, estaba la lenta elegancia con que elevó la mano cuando trazó el signo en el aire, que más bien sugería a alguien sentado en un trono. No creo que le hubiera gustado lo más mínimo que yo le diera la lata en su segunda vida triunfal, a no ser por su orgullo de haber estampado ese signo en su alma a fuerza de aplicación, de manera que luego no pudiera evitar el hacerlo; y estaba convencido de que el hábito perduraría dondequiera que su alma fuera, y naturalmente deseaba que la posteridad supiera que lo había conseguido. Mientras caminamos hizo el signo inconscientemente más o menos cada media hora; desde luego se había adiestrado a hacerlo a conciencia.

-¿Y tenía alguna justificación para pensar que se sentaría en un trono si gozaba de una segunda vida? -pregunté yo.

-Bueno -dijo Jorkens-, era un hombre muy ocupado, no me corresponde a mí decir hasta qué punto su interés por las vidas de otros hombres era filantropía o intromisión. Le tomé por lo que él mismo se estimaba, de manera que ahora que está muerto no quiero valorarle de otra forma. En su opinión todos los hombres eran tontos, de manera que alguien debía cuidar de ellos, y él, a costa de bastantes esfuerzos personales, estaba preparado para hacerlo; cualquier sistema que no recompensara a un hombre tan filantrópico como él debía de ser un sistema absurdo. En realidad no creo que pensara que la Creación fuera absurda, pues creía que él iba a ser recompensado; lo más que le oí decir contra ella fue que él podía poner en orden muchas cosas mejor de lo que están si tuviera el mando del mundo, y me puso algunos ejemplos.
"Bien, lo cierto es que me inculcó aquel signo, que, según dijo, probaría que la transmigración es sumamente valiosa para la ciencia; aunque yo pienso que los que más debía interesarle era que yo me diera cuenta de hasta qué cumbres se había elevado con todo merecimiento. Y en realidad logró que le creyera. Pensé mucho en ello, y a menudo me figuro a mí mismo, en mis postreros años, asistiendo a una recepción real o a cualquier otra gran ceremonia en la corte de algún país extranjero, captando de repente del soberano, yo solo en toda la reunión, aquel signo de reconocimiento que nada significaría para el resto.

"Mi amigo falleció a edad avanzada cuando yo no había cumplido todavía los treinta, y decidí hacer lo que me había aconsejado: observar en mi vejez las carreras de los hombres nacidos después de su muerte que ocuparan los puestos más altos en Europa (pues Asia no le parecía gran cosa) y mostraran ciertas habilidades que en la otra vida podían esperarse de él, con todas las ventajas de su experiencia en ésta. Pues me dije: "Si lleva razón en lo de la transmigración, también la llevará en cuanto a sus posibilidades de ascenso". Y ¿saben ustedes?, llevaba razón en lo de la transmigración. Un año después de su muerte estaba yo paseando en aquel mismo parque, pensando en la letra griega f, como él me había dicho siempre que hiciera: el círculo bien marcado con la barra vertical en el medio. A menudo trazaba el signo con los dedos, como él solía hacer, para recordarlo. Aquel día lo tracé en la vieja tapia del parque. Observé un caracol ascendiendo lentamente por la tapia, y recordé su desprecio por esos animales; y, de algún modo, fue agradable pensar que él no había menospreciado a las cosas pequeñas más de lo que los demás hombres parecen hacerlo. Para él no valía la pena reparar en el rastro que el caracol dejaba en la tapia, cuyo brillo el sol incrementaba, mas consideraba igual de ridículas muchas de las obras humanas. Miré no obstante el brillante rastro del caracol en su avance, hasta que me di cuenta de que él había afirmado que sólo un tonto o un poeta perdería el tiempo con semejantes fruslerías; entonces me volví. Al hacerlo vi por el rabillo del ojo que el caracol estaba siguiendo una curva distinta. Volví a mirar y estimé un poco lo que había visto, pues la casualidad podía ser la causante; mas lo cierto es que el caracol había recorrido un cuarto de círculo muy diferente en su trayectoria de ascensión a la tapia. Era un fragmento de círculo tan claro que seguí observándolo hasta que se convirtió en un semicírculo, como antes había sido un cuarto de círculo. Mi entusiasmo creció cuando el animal empezó a descender; pues hasta entonces el caracol obviamente había estado escalando la tapia. ¿Por qué querría descender ahora? El diámetro del círculo era de unas cuatro pulgadas. El caracol avanzaba sin parar. Con mi mente absorta en el signo, yo no podía ignorar que si el caracol continuaba avanzando y completaba el círculo, equivaldría a haber trazado la mitad de aquél. Y además era del mismo tamaño que el signo que Horcher solía trazar de manera regia con su dedo índice. El caracol seguía avanzando. Cuando sólo quedaba media pulgada para completar el círculo, puede parecer tonto, pero yo mismo hice el signo en el aire con mi dedo. Sabía que el caracol no podía verlo: si realmente era Horcher, sabía que estaría haciendo el signo únicamente por el hábito adquirido, autohipnotizado en su propio ego, y que eso nada tenía que ver con el intelecto. Entonces deseché de mi mente aquella absurda idea. Sin embargo el caracol seguía avanzando. Y finalmente completó el círculo.

"Bien -pensé yo-, el caracol se ha movido en círculo; muchos animales lo hacen: los perros lo hacen frecuentemente, los pájaros supongo que también, ¿por qué no los caracoles? Y debí de quedarme quieto.

"Sepan que el caracol, tan pronto como finalizó su recorrido, siguió subiendo por la tapia en línea recta, dividiendo el círculo de su trayectoria en dos mitades con una precisión como nunca he visto. Me quedé allí de pie, mirando fijamente, con la boca y los ojos completamente abiertos. Primero fue la trayectoria completamente vertical mediante la cual el caracol escaló la tapia, luego el círculo, y ahora la continuación de la línea vertical dividiendo aquél en dos. En eso, el animal llegó a lo alto del círculo. ¿Qué iría a pasar entonces? El caracol continuó en línea recta hacia arriba. Llegó a un punto un par de pulgadas por encima de la parte superior del círculo y allí se detuvo, después de haber trazado una perfecta f, probando que el sueño de los brahmanes era una realidad.

-Pobre Horcher -dije yo.

-¿Hizo usted algo con el caracol? -preguntó Terbut.

-Por un momento pensé en matarlo -dijo Jorkens- para brindarle a Horcher una mejor oportunidad en su tercera vida. Y entonces me di cuenta de que había algo en su concepción de la vida que requeriría centenares de ellas para ser purificado. No podía ir por ahí matando caracoles sin parar, ¿me entienden?


The SignExtraído de Jorkens Has A Large Whiskey, 1940Traducción de Juan Antonio Molina FoixEn Los Confines Del MundoEdiciones Siruela, 1989