Llevo un largo tiempo sobrepasado por las circunstancias, arrebatado por la corriente de las horas y los dias. En circunstancias así, para flotar y no ahogarse es necesario aligerar peso, vaciarse los bolsillos y tener las manos libres.
Luego, un dia llegas a la orilla, o te encuentras en aguas más serenas, y tienes tiempo para mirarte y ver lo que has perdido, aquello de lo que te libraste y te vino bien, pero también las cosas que merecían la pena conservar.
Miro atrás y comprendo que dejé de escribir porque pensaba que no mereciera la pena, porque no me apetecia contar lo que me pasaba por la cabeza, no lo veia importante u original, digno de ser publicado, merecedor del papel, del tiempo y el esfuerzo.
Hoy lo miro y veo que no era necesario compartirlo. Que no eran cosas importantes para enseñarlas y presumir o dar lecciones. En absoluto.
Pero también veo hoy, que escribir en este blog, o en un trozo de papel de viejo, o pensar mientras haces cualquier cola, es hacer un espacio privado, un tiempo propio. Un hueco del día casi fuera del día, una parte de mi vida a la que mimé en ocasiones y respeté con frecuencia, más de lo que me solia respetar a mi mismo.
En esos ratos, como ahora, me ponía a escribir, y leía y releía lo escrito, y al final, incluso entendia lo que pasaba por mi cabeza. Y así se aclaran los pensamientos y sobretodo, los sentimientos. Es un modo extraño de escuchar al corazón, pero me temo que sigo siendo bastante mental. Y escribir es como pasear, como mirar las nubes o hacer el amor, un tipo de meditación que no necesita de maestros o guías.
Así que aquí estoy, de vuelta, no se por cuanto tiempo, pero en este momento preciso que es el ahora. Buscando y encontrándome cuando soy capaz de ello.
Hasta entonces...