viernes, junio 19, 2009

Volver al Tao Te King






















Cuando mi anterior estilo de vida se derrumbó, me quedé vacío.

No sabia que era bueno o malo para mi. Ni lo que quería ni lo que necesitaba. Pensaba que era un desdichado, y lo era por no darme cuenta de la suerte que tenia. Solo me acompañaba entonces el dolor, y era lo bastante fuerte como para expulsar al mismo miedo.

Durante muchos años habia visto un pequeño volumen en ferias del libro o alguna bibloteca de amigos. Se llamaba el Tao Te King, o el libro del Camino y su Virtud. Todo apuntaba a que era importante, pero si alguna vez lo abrí, no tuvo ningún sentido, y lo dejé pasar.

En aquella época de crisis no tenia nada que perder, y tras asistir al fracaso de la manera habitual de entender el mundo, sentí que ese libro podia ser importante. La verda es que no se por qué. Acababa de leer Zen y el mantenimiento de la motocicleta, y una tarde encontré en la feria del libro la edición de bolsillo que otras veces habia dejado pasar. Costaba 2.50 y contenia los 81 poemas y un prólogo.

La llevé en el bolsillo de la cazadora durante unos meses. De cuando en cuando lo abria al azar. Apenas entendia nada. En ocasiones algunos versos sugerian cosas extrañas, lógicas aparentemente contradictorias pero con un matiz fascinante, y que me abrían a la esperanza de que había entendido mal el mundo.

Pasó el tiempo, leí otros libros nuevos y poco a poco algunos términos del librito cobraron sentido. Pese a eso, leerlo era como ir de pesca. En el fondo de los versos se agitaban ideas y verdades de gran belleza, pero que solo se manifestaban cuando menos tensión se ejercia, casi como por capricho.

El libro, y otras traducciones, están ahora en mi mesilla de noche, en la mochila y alguna estánteria. Son partes de un libro que hasta que aprenda chino clásico, solo podré entrever en traducciones más o menos afortunadas pero nunca completas. Un poco aquí, otro allá, mucho ruido pero siempre la promesa de algo más.

Muchos poemas los he rechazado en épocas, poco a nada dispuesto a esa línea de actuación, para sorprenderme luego viendo a donde me habian llevado mis pasos. En los últimos tiempos interrogaba al libro, y poco o nada me decia, porque deseaba que me diera la razón, que respaldara mi camino.

Hoy vuelvo a pasar las páginas, leo, y a veces entiendo. A veces si, a veces no.



XLVIII

Practicando el aprendizaje,
diariamente se acrecienta.
Practicando el Tao,
diariamente se decrece.
Decrecer y otra vez decrecer,
hasta llegar a la no interferencia.
No interferir
y sin embargo nada queda sin hacerse.

Siempre aceptar al mundo
cuando no hay que ocuparse de él.
Si hay que ocuparse de él,
no vale la pena aceptar al mundo.

1 comentario:

Artea dijo...

Nos empeñamos muchas veces en dar sentido a todo.
En comprender con la mente algo que no se escribió a través de su mediación.

Buscamos, en lugar de dejarnos encontrar.

Un fuerte abrazo.