miércoles, septiembre 17, 2008

Una taza vacia




















Del maestro Zen Nan-in se cuenta que recibió a un profesor de universidad que quería saber sobre el Zen. En la conversación el maestro notó que el profesor hablaba todo el rato en vez de escuchar. Nan-in entonces comenzó a servir el té a su visitante hasta que se desbordó sobre la mesa.
¿Qué hace usted? –exclamó el profesor.
Su mente, como esta taza, está llena de sus propias ideas –dijo el maestro. ¿Cómo voy a enseñarle yo si no vacía usted antes su taza?

Y así estoy yo. Vaciando la taza.
Llegó el examen de anatomia, cargado de incertidumbre, y pasó. Ahora espero las notas, sin saber a que atenerme, excepto que la excelencia en anatomia exige recorrer un camino muy largo.
Y me han estallado, aunque esté trabajando, las vacaciones en la cara. Vacaciones por la falta de una directriz superior, un destino manifiesto al que perseguir. Nada a lo que entregar todas las horas del dia o sustraer un rato de descanso con mayor o menor culpabilidad. Solo trabajar las horas que sean, salir del trabajo y...

Nada. O todo. Ninguna responsabilidad, ningún plan. Todavia el gesto de quedarse en casa estudiando, de no llamar a nadie o simplemente de dormir. Desconcertado.

Afortunadamente, la vida no pide permisos para continuar. Septiembre ha descargado un torrente de muñequitos sobre mi escritorio. El nuevo curso universitario, las clases de Pa Qua, de Kundalini, los amigos que han vuelto y las buenas temperaturas para volver a la sierra o hacer deporte en general. Así que estoy soltando, dándome cuenta de lo inservible que se han vuelto los esquemas que antes usaba. Confiando en lo que está por llegar, por distinto que sea, y dejándome llevar aunque cueste.

Y al tiempo, resolver flecos del pasado, quitar trastos y cajas de libros que solo ocupan espacio en casa, tomarme unos dias para ir a Berlin. Y esperar que cuando vuelva, el mundo halla continuado su curso sin mí.


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