lunes, enero 09, 2006

Sierra de Segura














Llevaba unas semanas empezando a perderme.

Prisas, dos semanas de fiebre entre virus y gripes, un atropellado y necesario retorno al trabajo... Todo este tiempo sometido a presión y restricciones de algún tipo, y sin practicar las cosas que me ayudan a ahondarme, a centrarme; algo de deporte, yoga, el contacto con la naturaleza o simplemente tener tiempo para tomar mis propias decisiones, cometer errores y aciertos.

Quizas hallan influido algo las fiestas, aunque este año casi no las he sentido. De hecho, aún no he podido traerme a casa la enorme cesta de navidad del curro.

De una manera u otra, una perdida de impulso, de ligereza si quereis, y de la quietud de mi mente se estaban produciendo. La vispera de reyes sucumbí al estress, yo que habia jurado darle la espalda, y tuve que hacer un esfuerzo para no terminar maldiciendo a los padres de los niños que se cruzaban en el camino de mi bicicleta.

Afortunadamente, nada es permanente, y tras este tiempo de ruptura, veo un cambio de ciclo, de volver a mi centro, no solo lo externo, orden, horarios más normales, volver a yoga, gimnasio o salir con la bici o ver a los amigos. Tambien poder mirar adentro, o escuchar de dentro, para poder simplificar de nuevo, eliminar ruidos, deseos e impulsos ajenos, olvidar lo accesorio.

La fase previa y necesaria para este cambio ha sido la salida a la montaña que he hecho este puente, a la Sierra de Segura.

Muy bien acompañado, con viejos amigos y gente que ha sido un placer conocer, hemos pasado unos dias breves pero intensísimos en una casa rural en Jaén.
Allí hemos encontrado una nevada sorprendente, hermosos bosques llenos de musgos, pinares que han sobrevivido a un incendio y la magia de la bruma.

El paisaje ha permanecido velado, misterioso, y sobre todo cambiante. La belleza de la niebla era algo totalmente desconocido para mí. Desde el sábado, esto ha cambiado. Regresando de una excursión vimos como el valle a nuestros pies era cubierto por oleadas de niebla, que crearon castillos y animales fantasticos mientras las últimas luces se extinguian. Permanecimos allí hipnotizados, algo sobrecogidos y olvidados de la lluvia, hasta que un coche nos hizo volver al mundo de todos los dias.

Aquello, que espero recordar durante el resto de mis dias, no pudo ser fotografiado. Otras cosas sí, y mis fotos, junto con las de un excelente amigo y fotografo, están en Flickr.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Unas fotos preciosas. Al menos has podido ver la nieve.