viernes, diciembre 30, 2005

El hundimiento de la goleta "el Orgullo de Nantucket"



















La tempestad regresó. Encontró otra vez a los tripulantes preparados, aferrados ya a los cabos que no habian estallado, a las mesanas y a la borda del barco, preparados a afrontarla, como en sus anteriores visitas.

Desde la borda de la goleta, casi horizontal, se observaba un horizonte cambiante. A un lado el arbolado mar de la tempestad, que con cada golpe parecia destinado a volcar el buque. Por otro un cielo infinito, un paisaje en el que la tormenta se aflojaba o fortalecia a capricho.

Era una lucha larga y desigual, el mar contra un puñado de hombres, y su pecio. Pero los hombres eran fuertes. Curtidos marineros que se habian enrolado en el Orgullo de Nantucket, un bergantin goleta de dos palos, aún vigorosa en los tiempos en los que los vapores ya eran relojes monotonos en los mares. Un buque de madera que como tantos otros cruzaba con su carga el Cabo de Hornos.

Y que allí habia quedado peligrosamente desarbolado, y casi volcado y hundido, en el primer embate de esta larga tormenta.

Eran hombres ya maduros, excepto el grumete y dos marineros, y que por fuerza habian pasado en sus largas carreras por algún naufragio o apuro similar. Y con la serenidad de la experiencia en estos dias extraños y duros, de tormenta fiera y caprichosa, se habian hecho a sujetarse a la obra muerta y a todo lo asible, con manos oscuras y nudosas como raices de arbol, y como estos desafiar las alturas, la inclinación del buque sobre babor, el tedio interminable.

Habian hecho sus nidos en las alturas de estribor, como golondrinas, y allí habian llevado provisiones y galleta seca, de la sentina milagosamente intacta, mantas manchadas de sal, y alguna barrica de agua y de ginebra, que el capitan dosificaba con sabiduria.

Habia muchas provisiones, y tras estas, la carga de cerdo salado y vino de borgoña, que el capitan habia decidido utilizar antes que se estropeara, dado el caracter extraño y dilatado de la situación.
Situación que tras una pausa que habia animado a todos, volvia a torcerse. Las olas comenzaban a mecer el barco como una boya, y las sacudidas recorrian toda la estructura...

Comprobó otra vez que sus hombres estaban tranquilos y seguros, colgados de sus nidos, y que el viento que arreciaba y las olas no les arrancarian de ellos. Eran buenos hombres, lo sabia, y haber perdido solo a los menos veteranos, le habia hecho redoblar los cuidados sobre el grumete, al que el contramestre, un hombrón de Martinica, tenia ahora a su cuidado.

Desde su posición el capitan estudió reflexivo la tormenta. Llevaban mucho tiempo, demasiado, atrapados en ese barco inutilizable, sin poder soltar los botes, pero tambien sin más penurias que las de una situación tan larga que se sentia perversa...

No recordaba casi... No. Realmente no recordaba cuantos dias llevaban allí. No tenia un patrón claro, bajo el cielo siempre fosco, de los dias o las noches, y en los ultimos dias, o mejor semanas, no habia dispuesto, un error imperdonable, de una bitacora, aunque fuera el mismo casco.

No habian excusas. Ni la baja presión de la tormenta, contener los rumores y quejas de algunos hombres, ni trazar planes de escape que necesitaban de calma chicha...

Era un error excesivo, incomprensible. Miró entre la espuma y la penumbra a sus hombres. Todos parecian bien, mojados pero fuertes y firmes. Merecian un buen capitan, no uno descuidado, o quizas enfermo.
Pero no habia nadie que pudiera sustituirle, ni entendia porque habia hecho mal su trabajo. Se determinó con una lógica directa a empezar una cuenta sobre la borda al amainar la tormenta.

Una hora despues el cielo se aclaró ligeramente, el viento se calmó, y el capitan, tras asegurar a sus hombres y proceder al reparto de viveres, buscó un lugar donde empezar su calendario, donde marcar a golpes de cuchillo lo que él considerara, sin un reloj sano, un dia.
Tras subir y aferrarse a su refugio habitual estos dias, buscó una superficie donde realizar una primera talla, y una vez lo hizo, se le cayó el alma a los pies, y no pudo comprenderlo, pues encontró, no una cuenta, sino varias, y de más de un mes cada una...

Agarrandose firmemente a un cabo, para no caerse, se preguntó cuanto tiempo llevaban allí realmente...

-Lo siento cielo, pero tu cuadro nuevo me pone de los nervios. Ver el barco al borde del naufragio, con toda esa gente esperando hundirse o ser rescatada... Ojala hubieras comprado el papel de Judea. Además, haria juego con el resto del cuarto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jurrr!!