miércoles, enero 07, 2009

Todo el tiempo del mundo






















El sabado estuve siete horas en el aeropuerto, esperando un vuelo que nunca despegó. Contra todo pronóstico esas siete horas fueron refrescantes, de descanso y ajuste. Conversé con gente que seguramente no volveré a encontrar, practiqué el ingles y por unos instantes encabecé una rebelión civil contra los desmanes de Ryanair.

Me lo pasé pipa, e incluso saqué un rato los apuntes de Afecciones Medico Quirurgicas y repasé algo. También dormí en las sillas del aeropuerto, y eché de menos un buen aislante para poder acampar en condiciones.

¿Porqué este buen humor? En parte porque me gustan los aeropuertos, y cualquier manifestación del viaje me anima. También porque estaba rompiendo la rutina de estar en casa intentando estudiar sin gana alguna. Ese tiempo me sentí libre, estaba asumido ya como gastado desde el principio. Si no tienes nada, no tienes nada que perder, y mi viaje a la capital tampoco se ajustaba a horarios.

Por otro lado, y es la menor de las razones, habia leido en el libro de Thich Nhat Hanh "Cómo lograr el milagro de vivir despierto" la historia de un hombre casado y con hijos que decia que disponia para si mismo de tiempo infinito, porque consideraba que cada una de las horas del dia, estuviera ayudando a su hijo con los deberes o preparando la cena con su pareja, eran suyas. 

Lo mismo ocurrió en el aeropuerto. Yo estaba allí por mi decisión, que apoyaba totalmente, y aceptaba que no podia controlarla. Ryanair no me estaba haciendo nada personal a mi específicamente, y en cada una de las horas que pasé en el aeropuerto siguieron teniendo sesenta minutos con sus segundos correspondientes. Pasarlos deseando que terminaran o aceptándolos es una diferencia pequeña pero de consecuencias inmensas. 

Leímos nuestros libros, charlamos, dejamos que el tiempo pasara sin apretarlo. Después pusimos nuestras reclamaciones ante el incumplimiento de contrato de Ryanair, unos elegieron quedarse confiando en el vuelo de medianoche y el resto tomamos otros transportes para no perder más vuelos o simplemente volver a casa. Esto último hice yo, agotado el primer día de unas vacaciones de dos. Volví a casa. Mi vida continuaba, igual que si hubiera llegado a Madrid. Y fue un buen fin de semana. 

6 comentarios:

Calle Quimera dijo...

Casi me has respondido en este post a la pregunta retórica, también es verdad, que formulaba en el post anterior. Es cuestión de actitud, de cómo enfocar las cosas, como el protagonista del libro que resumías, ese que consideraba que el tiempo empleado en los demás era tiempo empleado en sus propios asuntos.

Estoy absolutamente segura de que fue un buen fin de semana, Ashbless.. :-)

Un besazo.

Ashbless dijo...

Fue un buen fin de semana.

Solo hay un modo de no aprovechar el fin de semana; no estando entre los vivos. Mientras eso no ocurra,se trataria como dijo Tolstoi, mas de "querer todo lo que sue hace y no de hacer todo lo que se quiere"

Besos

Artea dijo...

Me parece una forma muy inteligente de abordar una situación que, por lo común, acaba transmutándose en enojante.

Una buena manera de sacar algo positivo allí donde otros, normalmente la mayoría, suelen perder hasta los papeles.

Únicamente añadir una apreciación personal respecto del paso del tiempo, tema que has abordado en estos últimos artículos.

Queda claro que cada día tiene 24 horas, cada hora 60 minutos y cada uno de estos 60 segundos (excepto el último del 2008 que tuvo 61). Esto es un hecho irrefutable.

También lo es que nuestra percepción (al menos la mía) es sustancialmente distinta.

A quien trate de convencerme de que las casi cuatro horas que duró la última intervención quirúrgica de mi madre (en la que se jugaba el pellejo) tuvieron la misma duración que las cuatro que puedo pasar con mi familia alrededor de una sobremesa, solo podría decirle que no tiene ni idea de lo que es el tiempo.

;)

Ashbless dijo...

Es esa percepción -pues somos personas- lo que modifica el tiempo y el mundo.

Me dice alguien a quien respeto que el mundo es mental, es decir, que el modo en que nos afecta la realidad innegable está filtrada por nuestra mente.

Esa hora interminable para el familira es más breve para el cirujano, e infinitamente más breve para la persona operada, sometida a la anestesia.

Anónimo dijo...

Las pocas veces que he tomado un avión o que he ido a recoger a un familiar he tenido la sensación de sentirme más espectador que protagonista de mi viaje. Un aeropuerto es como un parque de atracciones para un jubilado... o para un niño observador.

Saludos JE.

Ashbless dijo...

Si que lo es. Gente extraña que está absolutamente de paso - excepto la gente rara que trabaja allí y a los que tampoco reencontrarás.

Un espectaculo raro, un rito necesario - y bastante absurdo- para viajar lejos o recibir sanos y salvos a amigos y familiares.

Un fuerte abrazo