Sigo estudiando.
Fisiología no está aprobada por un cabello, en concreto por tres décimas de uno. Ahora no sirven paños calientes -si hubiera tenido dos horas más, arriesgado un poco, si ese día no hubiera tenido esa pesadilla...
Tampoco está suspensa, está en el horno. El profesor tiene que seguir las normas y aprobar a ocho de 150 o relajarse y abrir la mano, pero la verdad es que iba muy justo. Justo como voy en todo este final de curso. Ahora llevo unos días encerrado hasta el último examen, practicas de Fisioterapia. Necesito tiempo, tranquilidad, y numerosos voluntarios y voluntarias para que pasen por mi camilla y dejen que les palpe las carnes de manera profesional.
Ahora es también tiempo de promesas -este verano estúdiaré a piñón, lo juro... - oraciones y aprovechar el tiempo. Estoy estudiando Fisioterapia General y también ,aunque menos, Humanidades. Esta última asignatura me gusta bastante. Es un jarabe con sabor a frambuesas, aunque jarabe el fin y al cabo. El profesor tiene un programa estricto en el escrutinio de lo que nos hace humanos en el que hay poca, muy poca capacidad de maniobra.
Me gusta la filosofía, mucho. Incluso estoy planeando matricularme de un par de asignaturas en la UNED y así enriquecerme un poco en ese plano. Pero no me gustan los callejones estrechos. Es cierto que en el mundo del pensamiento y la razón hay grandes rutas, como en el mar y en los cielos, pero no me parece que estén vallados absolutamente.
Que para llegar a casa solo pueda hacerlo cogido de la mano de mi profesor. Sobretodo porque la casa está en mi, porque vengo de ella. Porque la verdad brilla y atrae por si misma. Desconfiad de quien os lleva cogidos muy fuerte. No os guia a casa. Os lleva a la suya. A donde él quiere. Y para muestra, un vídeo.
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