jueves, agosto 31, 2006
Blog Day 2006
He estado todo el dia muy liado, pero voy a intentar cumplir con la tradición de recomendar 5 blogs que piensas que merecen un poco de difusión.
El primero por cercania y tambien por su caracter excepcional,
Alas de Luz,
que tiene pocas aportaciones, pero son todas perlas muy sentidas, que, como el nacar en la madreperla, crecen alrededor de cosas aparentemente cotidianas y sabidas hasta darle una luz y belleza excepcionales.
Una al dia,
Que no necesitan que yo los promocione. Son simplemente ellos, una imagen o fragmento de libro al dia. Admiten selecciones de la gente que los lee, y cada dia acuden infalibles a su cita.
Fogonazos,
A medio camino entre la sorpresa, la curiosidad cultural o historica, la poesia, y muchos otros sitios. Para descubrirse el sombrero.
Historias de la ciencia,
Sobre la ciencia pero tambien sobre el mundo, el hombre y su deseo de comprender y saber. Historias como la de los buques alemanes que fueron a la luna no tienen precio.
Y ahora mismo no te sabria decir, porque me faltan mis links.
En breve completo el post y estarán los cinco y alguno mas.
miércoles, agosto 30, 2006
El instante
Cuando tomas decisiones, aunque tardes semanas en dudar o en recabar información, acabas eligiendo en un segundo.
Antes no habia una decisión, no sabias si iba a ser blanco o negro, azucar o sal. Hace un segundo no sabias si ibas a buscar las minas del rey salomon y en el tiempo en que cae la ceniza de la borda del barco al mar, decides que vas a realizar ese viaje, arrostrar los peligros.
Puede transcurrir en una dolorosa espera un dia o una semana, y en un segundo conocer una nota, la decisión de un tribunal o de un concurso, y cambiar toda tu vida.
Ahora corres a coger el bus, resbalas y por un segundo oscilas frente a las ruedas del vehiculo que está tras de tí. En un segundo el conductor frena, tu no llegas a resbalar o caes dentro de la acera. No has tenido un accidente.
Siempre es un segundo, o más bien un trozo pequeñísimo de un segundo. Menos que un suspiro, o que un latido. Apenas un grano de arena en el reloj.
Pero cada uno de ellos cambia o decide las cosas. Ayer ibamos a estar peleados toda nuestra vida y en un momento tu sonrisa disolvió todos los hielos. Siempre temí no ser bueno algo hasta el instante en que me doy cuenta que no es así.
Cada momento puede decidir algo, cambiar cosas que erroneamente creias eternas, imposibles. No hace falta que salgas corriendo, pero fijate en cada momento, no lo pierdas. Si estás en él, puede que cambies tu vida.
En cuanto lo creas posible...
martes, agosto 29, 2006
lunes, agosto 28, 2006
El dedo, de Feng Meng-lung
Se lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó de que eso era muy poco. El amigo tocó un león de piedra que se convirtió en un león de oro macizo y lo agregó al ladrillo de oro. El amigo insistió en que ambos regalos eran poca cosa.
-¿Qué más deseas, pues? -le preguntó sorprendido el hacedor de prodigios.
-¡Quisiera tu dedo! -contestó el otro.
jueves, agosto 24, 2006
Equilibrio
Anoche tras darme la paliza en el gimnasio salí un rato solo a leer junto al rio. Me comí un bocata enorme de tortilla, muy rico, y luego para bajarlo monté en la bicicleta y tomé el carril bici que sube por la orilla del rio.
La medianoche habia pasado ya y el aire era fresco, limpio, aunque el cielo casi no tenia estrellas. En la oscuridad me crucé con unos pocos locos que volvian de correr o rodar a oscuras.
Estuve un buen rato rodando sin esfuerzo, gozando del aspecto distinto de un camino ya conocido, del sonido del rio, del sabor de aire fresco. En mi cabeza se terminaban de soltar las preocupaciones del dia. Todas las cosas que están bullendo ultimamente en mi mente indisciplinada.
Al rato solo estabamos la bicicleta, la noche y mi deleite de mantenerme en equilibrio sobre las dos ruedas. El equilibrio es una cosa en la que habia estado fijando mi atención, mi pensamiento consciente los últimos dos dias. Tambien en otras cosas no tan buenas, y en una o dos frases dificiles para una mente oscurecida y sin embargo evidentes a la luz del dia.
Pero sigo. Al rato me cansé un poco, y bajé de la bici para rodar con ella tomada del manillar. Solo se oia el rio, el chasquido de los piñones, y algún insecto. La difusa luz de la luna marcaba los límites del camino, y el oscuro manillar era claramente visible por contraste.
Entonces, incómodo por la esforzada manera de llevar la bici, recordé el modo en que mi amigo Antonio me dijo que llevaba la suya de chaval, tomandola del sillín o del portaequipajes y empujandola suavemente.
Lo intenté, y me maravilló que fuera tan facil, tan sencillo. La bicicleta rodaba obediente, sin que tuviera que hacer fuerzas o cargar con el peso hacia un lado u otro. Solo me precedia.
Solo tenia que mantenerme en equilibrio y evitar que la bicicleta lo perdiera. Pero ésta al ser nueva seguia la línea imaginaria del camino sin esfuerzo.
Entonces entendí que esa era la ventaja y virtud del equilibrio. Que cada cosa, de manera natural se sostiene a sí misma, y quien lleva ese equilibrio en su interior, puede realizar su tarea sin esfuerzos inutiles. Simplemente el mundo y sus componentes acompañan tu camino.
Como un niño jugué a desviar la bicicleta a un lado u otro, y al desequilibrarse corria el peligro de caer, y tenia que hacer fuerza para llevarla. Al volver a su centro, todo volvia a ser facil y sin peso.
Supongo que la mayoria de las veces hacemos esfuerzos innecesarios en nuestras vidas, como llevar en brazos la bicicleta, cuando lo más facil es que todo ocupe su posición más natural y equilibrada, y simplemente rodar...
miércoles, agosto 23, 2006
Materia oscura
Hoy he leido una noticia diferente en el periódico.
La nasa ha informado que tienen pruebas de la existencia de la materia oscura.
¿Que es esto?
Pues que en el universo hay dos tipos de materia. Una, la normal, de la que estamos hechos nosotros, los arboles, las casas y las estrellas, y otra distinta.
Las dos tienen gravedad, y ésta la fuerza que une las cosas en el vacio del universo.
La materia oscura es mucho más abundante que la normal, ocho veces más frecuente en el universo, pero no emite luz, ni radiación, y aún no hemos podido, ni quizas nunca podamos, verla.
Eso quiere decir que del universo solo vemos un noveno. Un noveno si vieramos todo lo que es visible, todos los pájaros, todas las casas, los rios, planetas, estrellas y galaxias.
Y si tuvieramos esa visión quedarian aun ocho novenas partes del cosmos por ver.
La materia oscura no es solo una necesidad de la física teorica para demostrar porqué las galaxias se mantienen unidas. Realmente está allí, para mantener todo junto.
Pero no quiero hablar ahora de la sabiduria del universo, que bien hecho está o que listo es y todo ese discurso...
Pienso, en estos momentos que no son demasiado buenos, que igual que el universo lo mantienen unido cosas que no vemos, que a las personas nos pasa parecido.
Que entre los amigos, entre los amantes, existen muchas cosas que no se pueden ver. No pueden pesarse ni medirse, son tan palpables como lo es un silencio, una mirada o su ausencia.
Y que son igual que con la materia oscura, la parte más importante de una relación, de una amistad, de un afecto.
Pero al ser invisible, al ser oscuro, podemos olvidarlo, no tenerla en cuenta en el dia a dia, siguiendo esforzadamente la pista de lo que nos parece más importante.
Y sin embargo siguen estando ahí, y son tan importantes o incluso más que hipotecas, trabajos o partidos.
No se pueden ver ni oir, pero si te detienes un segundo igual las puedes notar. Sentir cuan fuertes pueden ser.
La alegría de los peces
Chuang Tzu y Hui Tzu estaban cruzando el río Hao junto a la presa.
Chuang dijo:
"Fíjate qué libremente saltan y corren los peces. Ésa es su felicidad."
Hui replicó:
"Ya que tú no eres un pez, ¿cómo sabes qué es lo que hace felices a los peces?"
Chuang dijo:
"Dado que tú no eres yo, ¿cómo es posible que puedas saber que yo no sé qué es lo que hace felices a los peces?"
Hui argumentó:
"Si yo, no siendo tú, no puedo saber lo que tú sabes, es evidente que tú, no siendo pez, no puedes saber lo que ellos saben."
Chuang dijo:
"¡Espera un momento!
Volvamos a la pregunta original.
Lo que tú me preguntaste fue '¿Cómo puedes tú saber lo que hace felices a los peces?'
Por la forma en que planteaste la cuestión, evidentemente sabes que sé lo que hace felices a los peces.
Yo conozco la alegría de los peces en el río a través de mi propia alegría, mientras camino a lo largo del mismo río."
Robinson
Me pregunto que sintió Robinsón al llegar a la isla.
Primero seria alivio. Estaba vivo y entero. Luego miedo. No sabia que iba a pasar. Despues soledad.
Aquella isla fue para casi toda una vida. La mia de momento es para unos dias, mientras pienso. Pienso en muchas cosas, pienso que quiero, que deseo de verdad.
Tambien aprovecharé para estudiar, que falta me hace.
Supongo que una de las cosas que pensó Robinsón en una de sus solitarias noche fue "Siempre quise tener tiempo para acabar este libro..."
martes, agosto 22, 2006
Frases
* "El arte de vivir consiste, únicamente, en proceder con sencillez" (I Ching)
* "Un árbol que no se puede rodear con los brazos comenzó siendo fino como un pelo; una torre alta empezó siendo un pequeño montículo; un viaje de mil kilómetros se inició dando un paso" (Tao Te King)
* "La persona noble se avergüenza cuando sus palabras exceden a sus obras" (Lao zi)
* "Una espada muy afilada no puede conservar su filo mucho tiempo. Una sala llena de joyas no se puede proteger eternamente. Los extremos no se pueden mantener mucho tiempo" (Tao Te King)
Otoño
Hoy es otoño.
Lo he pensado mientras cerraba la puerta del almacén en mi trabajo, hace unos minutos.
He tenido la absoluta sensación de que la estación en que nos encontramos, en la que me encuentro, no es el verano sino otoño.
Al principio he pensado que era por el persistente frio del aire acondicionado, o por una momentanea nube que tapaba el sol y obscurecia el pasillo.
Pero aunque todo eso contribuyera a la ilusión, si lo he pensado es porque mi corazón ya estaba en otoño.
lunes, agosto 21, 2006
Nueva bici, nueva vida
Aquí está, invencible en la fotografia. Nueva, impecable.
Solo ha recorrido una calle desde el supermercado hasta el parque donde saqué la foto.
Es mi nueva bicicleta. La vieja no me la han robado, pero estaba destrozada y no habia conseguido repararla. Alguien cuyos consejos siempre escucho me lo dijo. Vas mal en esa bicicleta, tendrás un accidente. De modo que hice cuentas, y en lugar de llevar la "antigua" al taller, me pasé por unos grandes almacenes, y tristemente, costaba casi lo mismo comprar una nueva.
Y aquí la teneis. El precio no os lo diré por si sentis un arrebato consumista y os la comprais por capricho.
Solo deciros que poner un plato nuevo y cambiar una cámara es más caro en el taller más económico de mi ciudad.
Ya he rodado con ella- la nueva - por las afueras, y es un sueño. Las ruedas, la mecánica son perfectas aún. Recuerdo, o espero no olvidar nunca, el primer paseo, y bajo la luna jibosa, el único ruido que se oia era el de mi respiración. Un sueño.
No sé cuanto durará así. El mundo moderno no permite arreglar, reparar o enmendar lo viejo. Los precios y estrategias de mercado nos llevan a consumir, cambiar, elegir otras cosas.
Este cambio acelerado no puede ser bueno. Aún no se han roto los lazos entre mi vieja bici y yo, y anoche le dí el último paseo antes de desmontarla. Ruidosa, abrupta y nada suave, no podia compararse ni en estética ni en comfort con la vieja. Solo espero que cuando yo también tenga una edad y manias, no me cambien por un adolescente sin arrugas.
sábado, agosto 19, 2006
Lo inutil
Chuang Tzu es un filósofo chino del siglo III a. C. Se le considera el principal continuador y comentarista de Lao Tzu, y un filósofo muy divertido e inteligente. Ultimamente estoy tan deslumbrado por sus escritos que no dejo de poner algunos por aquí. Este es cortito, pero no tiene desperdicio. Espero que os aproveche y os de que pensar.
Hui Tzu dijo a Chuang Tzu:
"Todas tus enseñanzas están centradas en lo
que no tiene utilidad."
Chuang replicó:
"Si no aprecias aquello que no tiene utilidad,
no puedes ni empezar a hablar acerca de
aquello que la tene.
La tierra, por ejemplo, es amplia y vasta, pero
de toda esta extensión el hombre no utiliza
más que las pocas pulgadas
sobre las que en un momento dado está.
Ahora, supónte que súbitamente haces
desaparecer
todo aquello que no está de hecho utilizado
de modo que, en torno a sus pies, se abre
un abismo, y queda en medio del Vacío,
con nada sólido en ninguna parte, excepto
justo debajo de cada pie...
¿durante cuánto tiempo podrá usar lo que esté
utilizando?
Hui Tzu dijo: "Dejaría de servir para nada."
Chuang Tzu concluyó:
"Esto demuestra
la necesidad absoluta
de lo que "no tiene utilidad".
viernes, agosto 18, 2006
Las bicicletas no son, solo, para el verano.
Durante este puente me encontré en las calles de mi ciudad sin primavera un montón de bicicletas.
De bicibletas y de ciclistas. Una cosa sin la otra pierde bastante.
Yo iba rodando por la ciuda en busca de una cámara de bicicleta. Todas las tiendas del ramo estaban cerradas por vacaciones, al igual que los talleres. La ciudad parecia haberse parado por el puente.
Sin embargo por las calles no paraba de encontrarme ciclistas de todos los estilos. Seguros y encallecidos por la convivencia con los automoviles. De toda la vida, señores mayores en bicicletas de paseo de los años setenta. Y ciclistas recientes, que miraban suspicaces a derecha e izquierda en cada maniobra.
Eran muchos, entre todos. Parecia que este largo y aburrido puente muchos coches se hubieran metamorfoseado en velocipedos para mayor armonia con el silencio y la tranquilida de las calles.
Esa noche un amigo me confesó que españa es el pais con mayor número de bicicletas de europa, por encima de holanda o alemania. La diferencia es que si casi todo el mundo tiene bicicleta, la mayoria no se usan nunca.
¿Porqué?
¿Por miedo al tráfico?¿Porque pensamos que no va a ser cómoda o practica, o porque ya que tenemos el coche mejor usarlo todos los dias?
No lo sé. Pero al volver a casa esa noche me quedé pensando varias cosas.
La primera es si tras estos dias de sacar las bicicletas, volverian todas a sus encierros, o harian mella en las costumbres de diario la libertad y ligereza del experimento, y veria más bicicletas en el futuro rodar por las calles de mi ciudad sin primavera...
Y la segunda es que igual que tenemos encerradas todo el año las bicicletas, tenemos ilusiones o ideas que no dejan de ser válidas, pero que hemos dejado de lado por razones que no siempre son acertadas.
Aunque sea una vez al año puede ser bueno sacarlas de su encierro, comprobar si son posibles, y si las hemos descartado porque no nos convenian o porque nos lo han dicho o no es lo más normal.
Y si descubres que esas ideas o pensamientos son en realidad los tuyos, no temas hechar a andar.
lunes, agosto 14, 2006
Sueño #117 Naufragio- Ana María Shua (hiperbreve)
¡Arriad el foque!, repite el segundo.
¡Orzad a estribor!, grita el capitán.
¡Orzad a estribor!, repite el segundo.
¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán.
¡El bauprés!, repite el segundo.
¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán.
¡El palo de mesana!, repite el segundo.
Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.
domingo, agosto 13, 2006
Nadir
-¿Notas la vibración del aire, Paul?
El muchacho era muy joven, quizas no reconocia una pregunta retórica o solo era concienzudo. De cualquier modo se giró, recorriendo el horizonte con los ojos cerrados.
-Se nota como tensión. Dijo con su voz más seria.
-Es un nudo a punto de ceder, o un hueso que va a encajar.
Lo pensó un momento y continuó con una sonrisa en los ojos pálidos.
-La ciudad es un din0saurio a punto de echar a andar...
El cuento que jamás fue escrito
Bueno, pues eso. Por un lado todo está supertranquilo, pero me trepan sentimientos de expectación por las tripas.
Estos dias ya me estoy rindiendo en paz a la secuencia, a la repetición de los turnos.
Se como el bambú que se inclina bajo el viento sin romperse. O algo así...
Hoy de mañana no habia nadie en la calle. Miento, justo al llegar al trabajo ví dos coches cogiendo la rotonda de la gasolinera. Pero despues de cruzar media ciudad y las afueras, tienes que ver a alguien.
Aunque sea un Domingo a las ocho menos cuarto, afortunadamente no todas las personas pensamos igual, y mucha gente entra o sale de trabajar, vuelve de pasear el perro o tomarse copas o simplemente le gusta madrugar.
Hoy, domingo mañanero del puente de agosto, todo el mundo parece haber coincidido en quedarse en la cama o desertar de la ciudad. Si un sábado por la tarde en rebajas es el cenit del barullo y la masificación, esto es el nadir. La soledad casi completa. Como en las películas postapocalipticas.
Supongo que por eso agosto es un desierto en sentido amplio. Ausencias, paralización, una pizca de olvido...
Pero Septiembre, setiembre, está detras de la puerta. Y va a ser un momento de regreso, cambio, algo de locura de carnaval...
Examenes a porrillo, viajes, trabajo, estudios y el futuro en general.
Ahora está todo tranquilo, pero no os hagais ilusiones.
¿Lo habeis oido?
Se va a mover...
viernes, agosto 11, 2006
Tao te king. XXII
Si te doblas, te conservarás entero.
Si eres flexible, te mantendrás recto.
Si estás vacío, permanecerás lleno.
Consúmete, y serás renovado.
Al que menos tenga, más se le dará.
Al que más tenga, más le será quitado.
Por éso el sabio está consigo mismo y se vuelve arquetipo del mundo.
No se exhibe, luego resplandece.
No se celebra, luego es advertido.
No se alaba, luego es alabado.
No se vanagloria, luego es insigne.
Y porque no lucha, nadie en el mundo puede luchar contra él.
“Si eres humilde, te conservarás entero”, dice un antiguo proverbio.
¿ Quién es capaz de considerar vanas estas palabras ?
En verdad, el humilde conserva su entereza.
jueves, agosto 10, 2006
otra mañana
Me he levantado hace un rato. Ha sonado el despertador del movil, he puesto la alarma a repetirse en diez minutos y he regresado a la cama, tras apagar el despertador normal.
Ya no me quedo profundamente dormido, pero pasan tres minutos hasta que compruebo que no se me ha hecho tarde, y vuelvo a cerrar el ojo para recoger despues el segundo aviso del movil. Y ya estoy definitivamente despierto.
No estoy fuera de la cama. Eso no es posible aún. Mi cuerpo carece de los suficientes glucógenos y miembros para aguantar de pié más de dos segundos. Dejo que pasen dos, tres minutos, cinco o quizas seis mientras las valvulas de radio de mi cerebro se calientan.
Al rato llego a un punto de crisis. Ha pasado otro minuto, y si no me levanto, no podré afeitarme, lavarme y llegar a tiempo.
Ya no puedo desayunar -en cinco minutos- pero si soy fuerte podria hacer las tres cosas que he pensado.
Lo hago. No me corto al afeitarme, me doy una ducha tibia en agosto, porque me he levantado muy espeso, y mientras el agua se calienta, la nueva pasta de dientes me inunda de espuma la boca.
Desayunaré en el trabajo, lo cual es más sano según me explicaron unos amigos vegetarianos, porque el sistema digestivo tiene tiempo para despertarse. Claro que con el sueño que llevo, quizas tarde unas horas en tomarme el yogur.
Me echo en la mochila cuatro bananas, dos danones blancos azucarados, dos multizumos con leche y cereales vitaminados y una lata de lentejas litoral. No exactamente equilibrado, pero ultimamente no encuentro tiempo para cocinar.
Y es que llevo una semana, desde que volví a trabajar el miercoles de la semana pasada y todo empezó -lo mejor empezó- a torcerse, a deslizarse bajo mis pies. La combinación es peligrosa, turnos de trabajo de doce horas, no ver a casi nadie excepto compañeros de trabajo y un amigo el lunes, y la perspectiva de no tener otro dia libre hasta el martes de la semana que viene.
Se me han juntado doce turnos de doce horas en catorce dias, problemas y la soledad de agosto.
Pero los turnos de trabajo los puse yo, agosto siempre ha sido así, y los problemas a veces tienen que llegar para tener una solución.
Soy capaz de resolver incidencias infmáticas, ir al gimanasio -ayer estaba reventado y pasé- discutir, mirar fotos en Flickr y las bicicletas que me cruzo en la calle, pero el agotamiento está presente.
Supongo que es tener varias cosas en el aire al mismo tiempo, y tener que mantener la atención dividida lo que me lleva cansado.
Mientras, llueve en agosto, escribo un cuento por fín que me satisface, pienso, pienso mucho, y me acuerdo de muchas cosas.
Pienso en muchas metáforas para explicar lo que pienso y lo que siento. Metáforas con bicicletas, con caminos, incluso con barcos...
Un amigo me ha dejado toda la serie Sexo en Nueva York, y me he acabado enganchando, no sé si fruto de la soledad actual, o fascinado por los análisis que hacen de las relaciones de pareja. He querido comprame DVDs para copiar su copia, pero Murcia teme el canon de la Sociedad, y he tenido que dar muchas vueltas...
Y bueno, muchas cosas sueltas, muchas más... Demasiadas. Tengo que atar algunos nudos. No pienso que el mundo sea un lugar concreto y definido, o que mi intelecto pueda definir y atar perfectamente.
Lo indeterminado existe, en la física cuantica, en la promesa del libre albedrio y en que nadie puede vigilar a todos los pájaros en todas sus ramas, y además dormir ocho horas...
Pero la ley de la gravedad no supone que las bicicletas se mantengan en pie sin pedalear, las personas no pueden vivir sin dormir, y los problemas se terminan solucionando, porque las crisis son solo transiciones entre estados.
Y me voy a tomar un café que tengo sueño. Si os aburrís leeros el cuento del post anterior, necesito criticas. Cuidaros mucho y no paseis calor.
Buenas noches...
martes, agosto 08, 2006
El perfume del olvido (relato)
Espero que os entretenga. Por cierto, si alguien propone un título que me guste más, lo cambiaré por ese.
Gracias...
No duermo nunca, solo puedo recuerdar.
Esa es la clave de mi actual existencia. Cada noche renuevo mis fuerzas, mi voluntad, recordando.
Así, dia tras dia, me pierdo en mi infancia, me baño en la melancolía de las cosas que perdí, o simplemente recuerdo el día más importante y doloroso de mi vida.
Lo hago desde mi refugio, mi encierro. Estoy atado allí por mi condena y al mismo tiempo por que la paz que me da en este barrio cambiante. En este edificio es donde transcurrió casi toda mi vida. Ahora me escondo arriba, en la sala del motor del viejo ascensor, tan cerca y tan lejos del cielo.
Es el antiguo edificio que hace esquina, junto a la Iglesia de los Jerónimos. Tiene una fachada modernista que brillaba esplendorosa cuando yo era joven, y ahora ha recuperado el limpio color cremoso de sus molduras y balcones gracias a la restauración del ayuntamiento.
No ha cambiado casi nada desde mis tiempos. Muchos pisos han sido alquilados por inquilinos nuevos, que no conozco y me cuesta reconocer, que no reconoceré de hecho hasta que lleven un tiempo y me acostumbre a ellos.
El resto siguen igual que antes, bolsas de vejez que guardan muebles y adornos de mi juventud, retratos de vírgenes y santos que nunca fueron de mi agrado pero que ahora me parecen familiares y tranquilizadores. Reliquias. Mi casa ya no es mía, y esto y la furia que me traen algunos recuerdos me impiden quedarme mucho rato allí, y también hacen que se muden los inquilinos sin saber generalmente porqué.
No suelo salir mucho. Lejos de mi refugio me asalta el olor a jazmín, a veces tan fuerte que me marea, y más intenso cuanto más lejos y más extraño me resulta el sitio, o mis recuerdos y mi voluntad están más débiles. Por eso evito los lugares que no conozco, en los que no viví, y cuando tengo que desplazarme procuro hacerlo a un lugar conocido, y minimizar el tiempo que estoy expuesto a la confusión de lo nuevo.
Como tengo la azotea muy cerca, a menudo huyo de la monotonía escrutando el paisaje, buscando un alivio en lo que no tengo cerca. El barrio y la ciudad se hacen neblinosos a mis ojos cambiados, y solo veo sin esfuerzo lo antiguo, lo decrepito o gastado. Más tarde la tristeza o el tedio me fuerzan a desafiar el olvido y me deslizo por las calles o entre las copas de los árboles a mis otros refugios. Visito el vetusto parque de los Sicomoros o el antiguo colegio de las monjas. Busco algún antiguo rostro en el café Cairo. Son visitas rápidas, y siempre siento el tirón que me devuelve a mi encierro, o el temor al creciente perfume de jazmín me hacen regresar.
A veces el aburrimiento me agita como un tigre en una jaula y la furia o la mala conciencia me desbordan. Golpeo las paredes y el motor se aturde y asusta por mi furia. Luego me asusto y arrepiento. El día que cambien el motor o todo el ascensor, perderé mi cuarto.
Y hace ya tanto que estoy así...
Cuando el miedo a perderme en el olvido me encierra varios días, recorro bramando las escaleras y converso como un loco con la estatua de bronce del dios alado, o vigilo a los nuevos o viejos vecinos. Aunque sé que es inútil y nada cambia por eso.
Las tardes claras me acerco al parque, que aunque ha cambiado sigue siendo teniendo el mismo trazado, y sin esfuerzo encuentro los árboles centenarios de mi niñez y las hermosas rejas de hierro antiguo. No puedo leer sin esfuerzo los nombres recién tallados en la corteza de los árboles, pero para mí está claro, luminoso a veces, los que grabé de chico. Puede ser una ilusión de la memoria, o una consecuencia de mi naturaleza. No lo cuestiono, sabiendo que la duda es el principio de la disolución. Aspiro el aroma de los árboles, igual al de hace tantos años, y me siento más fuerte, y el perfume a jazmín se suaviza hasta casi desaparecer.
Casi, casi. No desaparece del todo, ni podrá hacerlo nunca. Es el olor que más odio, y me acompaña y tortura siempre. Solo la tozudez con la que me agarro a mis recuerdos, con la que mantengo mi deseo de permanecer, de perdurar, me mantienen aquí. Supongo que si las cosas hubieran pasado de otra manera todo seria distinto, o quizás si ella hubiera preferido otras flores, por ejemplo, rosas, el olor que me atormenta seria otro.
Rememoro continuamente mi antigua vida. Mi juventud y amistades. Los detalles nimios de mi antigua rutina en mi librería. Los libros de mis escritores favoritos. Recuerdo el último libro que leí, una recopilación de Italo Calvino. En un relato una armadura vacía pero llena de ideales permanecía en una eterna vigilia o actividad bajo la amenaza de desmontarse en sus piezas para siempre si dejaba de pensar. Y cuando mi voluntad flaquea y comienzo a sentir la llamada, que el olor de jazmín me ahoga y asfixia como aquella vez, solo la injusticia que me hicieron y el rencor impiden que me abandone al olvido. Así recupero la fuerza, la solidez, y el dolor.
No voy nunca a la iglesia. Tengo miedo, de las promesas de cielo e infierno, y de las sombras que he visto subir desde sus sótanos, de tiempos anteriores al mío. También de las letanías de rosarios y padrenuestros de las ancianas, empeñadas en salvar las almas en pena y las del purgatorio con sus rezos de conejos comiendo hierba. No comprenden que todos los condenados necesitan secretamente su condena.
Otro edificio que recuerdo bien y ha esquivado los cambios es mi antiguo colegio, un edificio de ladrillo gastado y paredes altas y de geometría clásica. Se siguen dando clases allí, pero ahora es un conservatorio. Un cambio que me agrada. Algunas tardes de invierno me distraigo acercándome a escuchar la música. Me sitúo en un rincón desde el que no perturbar a los artistas y me entrego a la pasión, a la vida que trasmite la música de los alumnos más aventajados. Mis favoritas son las piezas que conocí y disfruté en mi otra existencia. Me trae a veces una alegría y ligereza como no parecen posibles en este infierno en el mundo.
Así han pasado años. Muchos años. Cada vez más aburrido, más cansado de mantenerme aquí, de pensarme y recordarme. El olvido más cerca, aunque mantenido a distancia siempre por el rencor, por el odio a quien más quise, y más daño me hizo. Negando el perdón por miedo a que el olor de jazmín me hiciera dormir y desaparecer.
Nada cambió hasta hace un año.
Se mudó a mi antiguo hogar un nuevo inquilino. Al principio no hice mucho caso. Además todos esos cambios me despistan y solo capto atisbos. Sin embargo un rostro me llamó la atención, y aunque era nuevo para mí, pude ver sus rasgos tan claramente como si fueran los de mis más antiguos vecinos. Era una mujer joven, pero apagada. De algo más de treinta, rubia y de aspecto frágil y discreto. Parecía algún tipo de artista, y transportaba como si fuera un niño un chelo apenas menor que ella, un hermoso instrumento, tan antiguo que desde mi escondite percibía sus años.
Ese mismo día se aposentó en el viejo apartamento. Había sido pintado de un blanco inmaculado, y unos pocos muebles de un diseño confortablemente clásico aliviaron el vacío de las salas.
Pronto sentí una intensa e indefinible atracción indefinible por ella, además del misterio de su clara y poderosa presencia. Una semana después la seguí flotando invisible sobre su cabeza mientras se movía por el barrio. No es algo que suelo hacer, pero había descubierto que a su lado no sentía apenas el perfume a jazmín. Resultaba extraordinario. Algo que no había ocurrido en casi medio siglo.
Para ser nueva en la zona se orientó rápido, y su ronda no difirió mucho de la que yo solía hacer. Incluso se detuvo unos minutos en el horrible edificio moderno construido sobre el solar que contuvo mi vetusta librería. Luego terminó de hacer sus compras y tras llegar a casa y ponerse cómoda, comió un plato precocinado, sola excepto por una incomprensible serie televisiva, y por supuesto por mi invisible presencia. Luego se acostó y estuvo llorando hasta caer dormida. Cuando la hora de la siesta hubo concluido, salió del edificio en dirección al conservatorio.
¡Debía ser profesora allí! Cada vez me fascinaba más.
Efectivamente, trabajaba como profesora allí, aunque no conseguí descubrir cual era su materia. Dio un par de clases, pero acabé cansándome, y sentí que me llamaba mi edificio, el cuarto del ascensor, pues llevaba casi todo un día fuera.
Esa noche sentí una vibración en las paredes del edificio larga y melancólica, como si maullara sus soledades y penas con sus escaleras o sus cuartos vacíos. Me asomé a la diáfana luz de la luna, y percibí que el sonido venia del apartamento que había sido mío.
Me deslicé por la fachada, gravitando por los rayos de luna, apenas más pesado en mi paz que una sombra, o un recuerdo.
En el viejo apartamento la mujer estaba tocando el violonchelo, vestida con un viejo camisón rosa y abstraída en la música. Entonces escuché mejor y pude entender que pieza estaba tocando. En un registro más grave del normal, era el Adagio para cuerda y órgano de Albinoni. La tristeza de la música combinaba perfectamente con el lamento que salía de las cuerdas, y con la expresión perdida, la boca contraída en una mueca. El dolor que yo sentía era en mi corazón era similar al que expresaban ese rostro y esa música, y sentí ganas huir, o quizás de dormir y de olvidar.
La existencia es una costumbre a la que es difícil renunciar. Yo ya había perdurado durante más de diez mil noches como para dejar de hacerlo entonces. Sin embargo, sentí que la música me liberaba, y también que había algo familiar en la escena. Acabó la pieza, y cuando el silencio se llenó de sollozos me retiré invisible y discreto.
Durante unas semanas me acostumbré a una nueva rutina, más confortante que la antigua. Por el día hacia un recuento de mis días, mis deudas y tareas incompletas. La gente con la que hubiera debido ajustar cuentas cuando aún podía, las ofensas y desaires, maldades y ruindades sin castigar durante mi existencia.
A veces también recordaba cosas de mis últimas décadas. Las pocas que destacaban de mi miserable rutina.
Lo hacia con cuidado, ciertas formas de pensar hacer perder la confianza, la persistencia del recuerdo.
Pero a mi pesar recordaba como me habían despedido mis escasos familiares y amigos. La triste andadura de mi librería hasta que cerró unos años después. Los edificios que me habían sido familiares y habían terminado desapareciendo.
Otras sombras como yo, a las que había visto durante la noche, o con las que había compartido algún momento de soledad en el pasado.
Mi venganza sobre mi antigua y miserable casera, cuando mi presencia fría llenó sus noches de pesadillas, la alegría primero y luego el sentimiento de futilidad cuando murió y cambiaron cosas en el edificio...
Alguna vez había realizado alguna acción positiva, pero habían sido tan pocas que las podía contar con mis espectrales dedos. Traje un gato de vuelta con su dueña, aprovechando que ellos me ven con claridad y la simpatía que siempre me han tenido.
Una noche sentí una llamada y encontré en la primera planta una reunión espiritista. Unas mujeres preguntaban por su hermano fallecido. Yo no le veía por ningún sitio, pero la oficiante ponía una voz ronca y claramente se inventaba respuestas sobre la marcha. Me quedé sorprendido y decepcionado. Nunca en mi rutina habían tenido hueco pensamiento alguno sobre un médium y conversar con mis familiares. Poco o nada tenia que decirles de positivo o negativo.
Pero ver que alguien se inventaba los mensajes de aquellos como yo me irritó. Me enfadó. Mucho.
Me concentré, dirigí mi fría sombra sobre el cuarto hasta que el frió empezó a hacer visible los alientos, y los dientes castañetearon también de miedo. Luego puse mi puño sobre el vaso que había movido, y lo odié y me concentré hasta que empecé a notar su peso, y lo estrellé de un manotazo contra la pared.
Quedaron espantados, y yo débil como nunca me había sentido. Tanto que me dejé llevar a mi refugio, a descansar y recordarme, para sobrevivir...
Eso había sido mi contacto más destacado con los habitantes del barrio. También había acababa echando, a los inquilinos de mi antiguo piso, pero a consecuencia de mis visitas a los lugares más familiares. Casi nadie me había visto, excepto en pesadillas. Pero inconscientemente se sentían incómodos en la casa, y a la primera desgracia casual que sufrían se marchaban.
Mi actual relación era pues, la más estrecha en tantos años. Puntualmente acudía a los conciertos de tristeza, y a veces velaba los sueños tambien tristes de la inquilina. Me retiraba el resto del tiempo para evitar que mi presencia la asustara, pero parecía demasiado perdida para descubrirme.
La estrecha vigilancia de mis vecinas me trajo la información que yo no había descubierto aún. Se llamaba Nuria, era de otra ciudad, y al parecer había perdido a su marido en un accidente o de una enfermedad. No recibía visitas y solo las cartas de su abogado y sus padres alternaban con las facturas y los sobres del banco.
Poder adjudicarle un nombre a mi inquilina, me permitió pensar en ella de una forma más cercana. Yo sabia que era el dolor. De hecho, yo había nacido del dolor.
Mi madre me parió con dolor, hace muchos años, y cuando no era mayor que Nuria el dolor y la traición de alguien me había traído a esta segunda y fría existencia. Había nacido a mi segunda vida por el simple hecho de no poder soportar la anterior.
Quizás no fui tan valiente. No lo era, había sido un cobarde la verdad. Tanto como para querer un final para mi sufrimiento, y sin embargo no querer afrontar la mayor incógnita. Por eso me había aferrado con uñas y dientes a mis recuerdos, a mi sombra y a la de mi pasado, hasta que comprendí que podía permanecer, resistir mientras lo creyera y deseara con fuerza.
Ahora, como un nadador o un naufrago que está más allá del cansancio, del mismo esfuerzo, me sorprendía haberme vuelto parte del mar, y que sin embargo conservara intactas las cualidades humanas de emocionarme, se sentir solidaridad, de reflexionar sobre el sentido de todo.
No podía renunciar a mi existencia, y por ella debía concentrarme en la disciplina, no relajar el deseo de perdurar, o confundir mi identidad, que era lo único que conservo.
Sin embargo me sentía extraño cuando contemplaba a Nuria. Olvidaba furia, y la tristeza de siempre se dulcificaba. Era tanto la suya como la mía, y me decía que las perdidas de los ambos nos habrían hecho capaces de entendernos bajo otra circunstancia.
Mis sentidos percibían perfectamente sus rasgos, sus expresiones con fidelidad. No me preguntaba porqué había sido capaz de ver su cara sin un largo periodo de tiempo por en medio, siendo sin embargo alguien nuevo.
Tampoco me planteaba como alguien atado al pasado podía ver algo nuevo perfectamente. Que diferencia había entre los miles de personas que habían entrado siendo borrones en mi edificio para necesitar semanas o meses para que al acostumbrarme a ellos aprendiera su fisonomía, los viera como a oscuras.
Sin embargo cada expresión de Nuria cuando tocaba sus melodías tristes me era visible, y entendía como se relacionaba con los matices de la música y las más sutiles flexiones de sus dedos. Me sentía tan cercano a ella que la percibía con la cegadora intensidad de un mediodía, y no podía sentirme solo cerca de ella, sino peligrosamente atraído.
Pude verla en la intimidad cuanto quise, como podría ver a quien quisiera impunemente. No hay obstáculo que acabe deteniendo a una sombra. Anteriormente había intentado espiar en la ducha o en el dormitorio a otras mujeres, pero lo borroso de mi percepción y la falta de respuesta, la frialdad de mi interior me habían hecho evitarlo. Me recordaban más mi actual estado que lo que podían satisfacerme situaciones tan torpes.
Sin embargo, mi proximidad con Nuria precisamente me hacia respetar su soledad, los momentos en los que su pudor se hubiera visto comprometido.
Así fue en los primeros meses. Su tristeza persistió, pero fue serenándose, amortiguándose a medias por el tiempo y la marcha inexorable de la vida, pues ella no parecía tomar ninguna decisión que cambiara las cosas.
Cuando asistía a sus clases y notaba que algún alumno o profesor parecía interesarse en ella sentía enfado, no sé si celos o preocupación por ella y su soledad. Serian celos. De todos modos hice cuanto pude para preservar su tranquilidad.
Comencé a pasar un tiempo mayor en su compañía. Vivía en mi casa de todas maneras, y salvando la distancia para no asustarla, allí podía retraerme a mi pasado, preservar mis recuerdos y casi olvidar lo que era.
Había algún rumor sobre mi existencia, pero muy confuso. Casi nadie asociaba al oscuro librero de los años sesenta con los ruidos, las sombras friás o los sustos. Sin embargo, había una cierta conciencia entre los inquilinos antiguos de que nadie permanecía mucho tiempo en el 5º A, y finalmente una vecina la abordó sobre ese tema tan difícil.
Lo supe más tarde, cuando al esperarla en nuestra casa, vi que miraba en todas direcciones, como esperando encontrar algo distinto hoy. Esa mirada no era nueva para mí, pero permanecí oculto. De entre todas la s personas del mundo era a ella a quien menos debía asustar.
Si hubiese necesitado respirar habría muerto de lo quieto que estaba. Pero no lo necesitaba, y al tiempo no me atrevía a retirarme para estar asegurar que no se asustase o tomara alguna decisión poco sensata. Pasó así la tarde, y luego la noche. Esa noche no tocó el violonchelo y solo vio la televisión, hasta que el cansancio y una pastilla -una sola, me fijé bien- la hacían dormir sin sueños.
Yo me había acostumbrado tanto a su presencia como a su bendita música. Esa noche tras comprobar que descansaba profundamente salí a dar un paseo. Necesitaba quizás expresarme, hablar con alguien, aullar mis sentimientos para comprender en que consistían.
Estuve monologando bajo las farolas amarillas. Mi paseo me acercó a la iglesia, y al poco rato sentí una mirada que me perforaba. Me volví sorprendido y en guardia. En las sombras de la fachada había una sombra aún mas oscura, y sentí como me miraba.
Las sombras se aclararon u oscurecieron más, y pude ver a un sacerdote vestido con una sotana apolillada. Su presencia emanaba fatiga, pero también una energía y un fanatismo hijos de la locura. Locura que se manifestaba sutilmente en un centenar de formas, que le gritaba a mis sentidos.
Quise correr o volar, pero no pude. No conseguía moverme, y el peso de una vejez sin final me envolvía, haciéndome sentir que todos mis años no eran nada.
-Ave María Purísima.
Me miraba con intensidad, esperando mi respuesta. No supe cual era hasta que comprendí lo que estaba haciendo.
-Sin pecado concebida, padre.
Me arrodillé allí mismo, recordando mi infancia y a los curas. El sacerdote tenia un aspecto extraño, anciano y calvo, con los mechones de las sienes erizados y verdugones recientes en la piel visible. Sentí miedo, miedo como no había sentido nunca. Supe que no podría escapar, y temí por mis pecados.
-Dime, hijo mío, cuales son tus pecados para ser perdonado.
Su aliento hedía a carroña seca, a cosas que se descompusieron hace tiempo, un olor dulzón que me mareó. Sentí dentro una compulsión de contar todos mis pecados, y la confesión ascendió por mi garganta como vómito.
Intente controlarme con toda la fuerza de voluntad que me había mantenido consciente y entero casi medio siglo. Me clavé las uñas en las palmas, abriendo y desgarrando brechas que empezaron a sangrar un claro icor, pero el dolor no era nada contra el impulso y la alegría que sentía de poder echarme a llorar y confesarlo todo.
-Debes decirme tus pecados, hijo mío. Yo los veo pudrirse en tu alma, atarte a este perverso estado, pero el Señor – y aquí la voz expresaba una insensata alegría- puede perdonarte si confiesas y te arrepiente. Si eliges aceptar un castigo para poder limpiarte...
En mi mente el temor al castigo y a las cicatrices que exhibia el fanático solo apareció un segundo. Sentía más miedo de no complacer al benévolo padre, y el roce de su mano de largas uñas me hizo arder de vergüenza las mejillas. Realmente necesitaba soltar lo que llevaba dentro y jamás había podido contar.
-Padre, confieso que he pecado...
-Continua hijo. No hay pecado tan horrible que nuestra madre la Virgen no pueda perdonar, si te limpias con la penitencia.
Me sonrió, y empecé a llorar, pero no tenia lágrimas, solo sentía como una arena muy fina que caía de mis ojos y me cegaba.
-He pecado mucho. Hecho cosas malas, de obra y de pensamiento. La angustia me impidió continuar.
-Empieza por la más grave, hijo mío. El Señor da el medio para purificar y perdonarlas todas, pero aligera primero las piedras más grandes, y así tu corazón se aliviará antes.
-He pecado contra mi alma y mi vida. Que Dios me perdone.
-Mi mujer me abandonó por mi hermano, y fui débil. Fui muy débil padre...
La mano del padre ascendió a mis ojos. En la palma pulsaba oscuro un estigma, y cuando me tocó la frente sentí una blanda frescura, casi efervescencia. Seguí.
-Me quedé solo padre, arruinado y avergonzado, ante todos los que me conocían, y pequé de cobardía, por dos veces.
-El señor lo sabe, hijo, continua...
-Y ... - y cuando estaba a punto contar mi triste fin, una muchacha joven bajó de un coche a unos pasos de nosotros, sin vernos.
Pero a nosotros nos deslumbraron los faros, y al padre la conducta de la muchacha, que se estaba besando y tocando con el conductor del coche. Y en ese momento de desconcierto de los dos, tuve por fin más miedo que ganas de confesar y corrí, volé hacia el cielo nocturno, hacia mi casa, lejos del terrible sacerdote y el castigo que quizás merecía...
El día siguiente me encontró hecho un ovillo en el cuarto del motor. Esperando los primeros rayos de sol para aliviar mi miedo.
¿Quién hubiera dicho que tras tantos años de supervivencia a mi propia vida, podía sentir tantas cosas distintas en una sola noche?
El día transcurrió despacio. El perfume del jazmín me envolvia como nunca, denso y premonitorio. Por otro lado no me importaba mucho.
Algo se había roto la noche anterior dentro de mí y me encontraba como borracho, perdido. Sabia que necesitaba hacer algo, y que estaba muy cansado. también miraba sobre mi hombro todo el rato, aunque sabia que el sacerdote jamás se alejaba de su iglesia, lugar al que nunca volvería...
Pasé la tarde pensando en el parque y me sorprendió allí el anochecer, y la hora del concierto de Nuria. Una sensación premonitoria se adueñó de mi alma.
Al llegar al piso me alcanzaron primero las notas del vals triste de Sibelius.
Son quizás la pieza de música más triste que conozco, más dolorosa aún como la interpretaba ella, con la voz solitaria y grave del chelo ascendiendo por la cadencia circular e hipnótica de la melodía.
Un recuerdo flameó en mi espíritu, y en aquel momento, cuando levantó el suave cuello y la mirada ahogada en lágrimas, supe donde había visto esos ojos antes, porqué la podían ver tan bien mis ojos de difunto. Porque los muertos no tenemos más ojos que el recuerdo de que los tuvimos, y realmente vemos con el alma. Y mi alma ya la conocía a ella, hacia tantos años...
Ella, que en ese momento, en ese supremo instante de comprensión y horror me vio.
¿Que pudo contemplar?
Solo la figura traslucida y borrosa de un hombre ajado y pálido, congelado al borde de la cuarentena, apagado y triste, y marcado por la larga cicatriz que me había dejado en el cuello la cuerda con que puse fin a mis días entre los vivos.
Gritó un segundo. Luego sin moverse siguió mirandome más pálida aún, sus manos se aflojaron como pájaros cansados sobre las cuerdas y el arco cayó al suelo.
Yo sabia al fin, y también sabia ella. Sabia algunas cosas que espero que olvidara pronto, confundidas con sus sueños.
Yo ya sabia que es lo que necesitaba decir, cual es el alivio que no me había proporcionado el sacerdote.
Así, me acerqué a ella y con la voz más clara y audible que esta alma en pena pudo alzar, apenas un susurro pero audible en el silencio, se lo dije.
-Te perdono, mi vida. Siempre te quise, y te seguí queriendo...
Mientras ella me miraba vi en sus pupilas que su corazón, su alma me entendía, y también me perdonaba.
Me marché.
Ahora es de noche de nuevo. Soy feliz por primera vez desde que mi vida terminó.
Pero estoy muy cansado. Mucho más de lo que puedes imaginar. Y ahora que he abandonado mi carga, solo deseo continuar el viaje que empecé hace tanto tiempo. No sé a adonde me llevará, si me esperan arriba, abajo o en otro sitio, pero llegaré con una sonrisa, porque estoy libre del miedo, del odio y pronto del aroma del jazmín.
Me despido.
Estoy muy cansado, y por primera vez en cincuenta años, voy a dormir.
lunes, agosto 07, 2006
EL MILENIO de Fredric Brown
- ¿Diga, señor? - dijo la voz de Lilith, su secretaria.
- ¿Cuántos han venido, hoy?
- Cuatro. ¿Le envío a uno de ellos?
- Sí... pero no, espera. ¿Alguno de ellos parece ser un individuo altruista?
- Sí, uno de ellos lo parece. Pero aunque lo fuese, ¿qué, señor? Existe sólo una probabilidad entre billones que formule el Postrer Deseo.
A la simple enunciación de aquellas palabras, incluso a pesar del calor reinante, Satán sintió un escalofrío. Su preocupación perpetua, casi la única, era que algún día alguien pudiese formular aquel Postrer Deseo, el postrer deseo altruista; es decir, desprovisto totalmente de egoísmo. Y entonces ocurriría lo que más temor le causaba: Satán se encontraría encadenado por otros mil años, y sin trabajo para el resto de la eternidad después de aquello.
Pero Lilith tenía razón, se dijo.
Sólo una persona entre un millar vendía su alma para satisfacer un deseo altruista, aunque éste fuese insignificante, y transcurrirían millones de años, o toda la eternidad, antes que el Postrer Deseo se formulase. Hasta entonces, nadie se había acercado a él ni remotamente.
- Muy bien, Lil - dijo -. De todos modos, hazle pasar primero; prefiero terminar con él cuanto antes.
Cerró la comunicación.
El hombrecillo que penetró por la amplia puerta no parecía peligroso, desde luego; en realidad, parecía estar medio muerto de miedo.
Satán le miró con el ceño fruncido.
- ¿Conoces las condiciones?
- Sí - respondió el hombrecillo -. Creo que sí, en fin. A cambio que usted me conceda un deseo que yo formule, se quedará con mi alma cuando yo muera. ¿No es así?
- Así es. ¿Cuál es tu deseo?
- Verá - dijo el hombrecillo -, lo he reflexionado cuidadosamente y...
- Vayamos al grano. Estoy muy ocupado. ¿Cuál es el deseo?
- Pues verá...
El hombrecillo se interrumpió, turbado, mientras Satán le miraba tamborileando nerviosamente con sus dedos sobre la mesa.
- Deseo que, sin sufrir el menor cambio en mi persona, me convierta en el hombre más malo, estúpido y miserable de la Tierra.
Satán lanzó un tremendo grito de rabia y desesperación.
FIN
viernes, agosto 04, 2006
Guerras, noticiarios y publicidad
Hace ya un año y medio que no tengo televisor.
Cuando me mudé a mi actual piso tenia un televisor grande, de 28" que pesaba como un saco de ladrillos. Tenia que mudarme en un mes y no deseaba trasladar semejante trasto otra vez, de modo que pensé en venderlo.
Fue pensarlo y salirme un comprador. Vendí la tele a un precio que para mí casi no presentó perdidas y a mi amigo le pareció muy razonable. Los dos quedamos muy satisfechos, salvo un detalle. Se llevó la tele cuando me faltaba un mes para mudarme.
Allí estaba yo, solo en un piso superguay donde nunca jamas daria otro fiestón, ni vendrian a cenar como de costumbre cuatro o siete amigos, o habria competicienes de Street Fighter o Fifa hasta las tantas.
Estaba bastante solo por aquel entonces. Por un lado me estaba alejando de la gente con la que habia vivido en esa época, aunque no sé si era consciente entonces, y los fantasmas del último año ocupaban el pasillo, la cocina y el vacio del salón.
No era consciente de toda la gente que iba a pasar por mi vida cuando estuviera preparado, y no habia recuperado la costumbre de ver a mis amigos de siempre. Bueno, un tiempo de cambios, de crisálida.
Y estaba sin tele.
Yo me habia criado con la tele. Tambien con libros y tebeos, pero por mucho que halla leido, no puedo negar todos los domingos por la mañana y todas las tardes de sábado, todos los capítulos de Mazinguer, Dragonball, con ocho basta, la casa de la pradera, telediarios, informe semanal, anuncios, etc, etc, etc...
Cuando vives solo o estás cómodo con el silencio, que es algo que me ha costado conseguir, o pones música o mejor, la televisión.
Un clic y entran en tu casa gente, noticias, divertidas familias afroamericanas... Y no te sientes solo.
Tambien puedes poner música, pero los vacios son más significativos que las presencias, y yo sentia la ausencia del televisor intensamente. Nunca habia vivido sin uno.
Los primeros dias ponia películas o series en el ordenador para llenar el vacio. Lo importante no era tanto la pantalla como el sonido y la presencia.
Luego se fueron llenando cosas. Supongo que se llenó primero mi interior del gran vacio que me habia quedado. Luego llené el vacio de la tele con otras cosas. Silencio, una vida más satisfactoria, y tambien pasar a seleccionar lo que veia, en las contadas ocasiones que me sentaba ante una pantalla.
Y sentarme menos. Dejar de considerar que el mejor momento del dia es cuando te tiras en el sofá para descansar, para ser pasivo, con una cerveza y patatas, como Homer Simpson.
Como decia Nietzche, en aquel momento vital pasaron muchas cosas. Sufrí un cambio en mis valores. En lo que era bueno y malo. En lo que deseaba o aspiraba. En quien o que era.
Habia salido del último accidente vital sin saber realmente que eran el bien y el mal.
Bueno, no me estiro por ahí, eso es tema para otro dia.
Dejé de ver la tele, y por entonces me dí cuenta que sin publicidad, ni programas de humor o series o películas cortadas tenia más tiempo para hacer las cosas que realmente queria hacer. Tambien que no podia participar en las conversaciones mañanaeras de oficina porque no sabia quien era el Doctor House, ni como se llamaban los Perdidos, y cuando alguien me soltaba la frase chorra de la semana no sabia cuando habia que reirse, o si debia responder cuñado! o la tonteria adecuada.
Eso no me molestó. Puede hablarse de muchas cosas, y escuchando a los demás pronto sabes de doctores, naufragos o progrmasas. Además todo adquiere un encanto especial, condensado y transmitido por gente que lo ha disfrutado, que ignora las partes malas de la serie y te transmite solo lo que le gusta. Sin puntos de referencia imaginas rostros, situaciones, y la primera vez que ví la cara del Doctor House me pareció mucho más serio y mejor afeitado de lo habia imaginado.
¿Sabeis que los japoneses construyeron el primer barco a vapor partiendo de un libro holandes sobre barcos? Debió ser bastante original, pero por lo visto funcionó, y no dejaron de hacer barcos.
Bueno. Sigo. Llevo varios años que no escucho la radio. No tengo coche, que es un gran aliciente para oirla, y la programación me parece apenas mejor que la de la televisión. Leo los periódicos, pero como no compro, me leo a veces los de la semana pasada en las largas noches de mi curro.
Y conforme me alejaba de las fuentes de información, mis intereses comenzaban a trascender muchas cosas del mundo normal para ir por senderos distintos. Y me empezaba a desinformar.
Por ejemplo, me enteré en un viaje a Málaga que el principe de Asturias habia sido padre al dia siguiente, librandome de la presión informativa que sufrió toda una nación.
Es un alivio salir del rio de tinta, porque casi todas las noticias son o relleno, o temas que realmente no interesan a nadie, o que los políticos y empresas desean que nos interesen para que no miremos estadísticas y nos acabemos manifestando con antorchas.
La prensa rosa, el lenguaje de los periodistas deportivos o el seguimiento de las campañas políticas o de las pungas entre los dos principales partidos...
Bueno. Ya sabies.
Ayer encontré en un texto del filósofo Chuang Tzu que iba como pintado al respecto de lo que pasa en el mundo. Parecia una carta abierta a Bush junior, nuestro principe, aunque no estoy seguro que tenga unas intenciones tan buenas como el príncipe Wu.
Busqué en Flickr una foto adecuada y encontré la que puse. LA mujer de la chapa ponia al pie de la foto que habia protestado contra Bush por la guerra de Irak.
Movido por la cadena de hechos pasé unos minutos mirando en internet fuera de los canales habituales lo que estab a pasando en Irak y resultó demoledor.
La lectura de esas noticias me llevó a interesarme por el Líbano, y empecé a darme cuenta que más allá de lo que veia al firmar en las campañas de Amnistia o de Intermon, estaban pasando cosas. Muchas cosas.
Eso me recuerda la Odisea. Solo cuando Ulises se da cuenta del destrozo que están realizando en su hogar los pretendientes, puede recuperar su hogar y devolver el orden y la justicia.
Así que por favor informaos. Y no lo hagais de tonterias, olvidad por un rato las tonterias.
Están pasando cosas importantes y nos hacen mirar al otro lado.
http://www.rebelion.org/
jueves, agosto 03, 2006
Carta abierta a G. Bush (Aconsejando al Príncipe, Chuang Tzu )
El ermitaño Hsu Su Kwei había ido a ver al
Príncipe Wu.
El Príncipe se alegró. "He estado deseando
verte", dijo.
"durante mucho tiempo.
Dime si estoy en lo
correcto.
Quiero amar a mi pueblo y, a través del
ejercicio de la justicia,
poner fin a la guerra.
¿Es esto suficiente?"
"Ni mucho menos", dijo el ermitaño.
"Su 'amor' hacia su pueblo
lo pone en un peligro mortal.
¡Su ejercicio de la justicia es la raíz
de una guerra tras otra!
¡Sus grandes intenciones
acabarán en el desastre!
Si se propone 'lograr algo grande',
sólo se está engañando a sí mismo.
Su amor y su justicia
son fraudulentos.
Son meros pretextos
para su autoafirmación, para la agresión.
Una acción traerá consigo otra
y, en la cadena de los acontecimientos,
sus ocultas intenciones
quedarán al descubierto.
Usted afirma practicar la justicia. En el caso
de que aparentemente tenga éxito,
ese éxito será portador de nuevos conflictos.
¿Por qué todos estos guardias
vigilan
las puertas del palacio, alrededor del altar del
templo,
por todas partes?
¡Está usted en guerra consigo mismo!
Usted no cree en la justicia,
sólo en el poder y el éxito.
Si derrota
a un enemigo, si se anexiona su país,
quedará un menos en paz
con usted mismo de lo que está ahora.
Tampoco le permitirán sus pasiones
quedarse quieto. ¡Luchará
continuamente por
un más perfecto ejercicio de la 'justicia'!
Abandone su plan
de ser un 'amante y equitativo gobernante'.
Intente responder
a las exigencias de la verdad interior.
¡Deje de humillarse a sí mismo y a su pueblo
con estas obsesiones!
Su pueblo respirará al fin tranquilo.
¡Vivirá,
y la guerra terminará por sí misma!"
Alcalá del Jucar
Hace un par de semanas me marché unos dias a Alcalá del Jucar, entre Albacete y Valencia.
Podeis ver en las fotos el pueblo, el rio, alguna población cercana como Tolosa, y el valle del Jucar.
Es un lugar precioso, un oasis en medio del calor y de la vida urbanicola que estoy llevando últimamente.
Un único defecto es que allí me comieron los mosquitos. De todos modos, merece la pena. Muchísimo.
miércoles, agosto 02, 2006
Dias de verano
Los dias del verano van pasando.
Trabajo, pienso un poco, voy soslayando el calor. He estado muy serio con el carnet de conducir, pero me ha alcanzado agosto sin examinarme.
Ahora empiezo a reestudiar la selectividad. Y el trabajo, las clases particulares de ingles, poco yoga, bastante bici y algún viaje. No ver lo bastante a quien siento más cerca, y menos aún a amigos y familiares.
Y como fondo mi próximo viaje en septiembre. Tengo que sacar los visados, me vacuno en unos dias y los billetes de avión y las reservas están en el aire.
Pero estamos en verano. El calor es solo la cara visible de la estación. Entre aires acondicionados, dormir de dia y trabajar de noche y el inestimable ventilador, no estoy sufriendolo mucho.
El verano es tambien lentitud, la sensación de espesarse el aire y enlentecerse los dias.
Los planes se interrumpen, gente con quien trabajas está fuera y muchos amigos huyen lejos de la ciudad. Los centros y tiendas están cerradas o con horarios imposibles, y tantos turnos extras obligan a pensar lo que quieres hacer con antelación.
Por otro lado esta lentitud me está dejando tiempo para ver las cosas venir. Es como en Matrix cuando la percepción del tiempo cambia y se expande, y se puede ver llegar a las balas solo algo más rápidas que uno mismo. Quizas no puedas esquivarlas todas, pero tienes una oportunidad.
Algunas balas son las de siempre, y otras nuevas.
Mi profesora de yoga se ha marchado del gimnasio. Mantendremos el contacto, pero voy a echar de menos el modo que tenia de dar las clases. A mi vuelta en Octubre o Noviembre me pienso apuntar a la GFU. Pero va a ser mucho tiempo sin ir a clase de yoga, y tanto mi espalda como mi mente empiezan a sentir la falta tras un mes. Quizas me apunte ya. Veremos.
Estoy sintiendo la necesidad de cuidar y trabajar mi interior, tras centrarme en varias cosas practicas que necesitaban y necesitan aún esfuerzo y atención para materializarse. Supongo que es una cuestión de equilibrio.
Tambien he repensado bastante. Estoy leyendo y releyendo a Herman Hesse, y mis noches están pobladas un dia tras otro de sueños de viajes, de sagas fantasticas y escenarios fabulosos.
En los margenes de mis sueños se mueven figuras arquetipicas; heroes, reyes, viajeros y magos. Y al dormir emprendo viajes y busquedas por paisajes que nunca alcanzarán los ojos abiertos.
Por la mañana son demasiado frágiles para resistir la luz diurna y el roce con las cosas cotidianas, y se deshacen en fragmentos multicolores que manchan de color el dia a dia. Creo que tengo que escribir. No escribir en el blog. Escribir.
Me da cierto corte, o vagancia, o quizas es solo miedo. Miedo. El que no siento cuando duermo, cuando viajo en sueños...
La sentencia, de Wu Cheng-en
Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del Emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.
Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó a buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.
Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron: Cayó del cielo.
Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó: Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así.