miércoles, octubre 31, 2007

Un paseo por el campo. Zoolook


















El domingo me di un paseo por el campo.

Una caminata larga pero no demasiado cansada por la sierra de la Pila. Habia oido mucho sobre la belleza de esos montes, pero no estaba preparado -nunca lo estás- para la sorpresa de un mar de arboles, de un paisaje o de un cielo sin amordazar.

Un paseo con el grupo senderista de Murcia, que es lo bastante heterogeneo y numeroso para resultar lento y poco arriesgado. Pero sin dormir la noche anterior y con el cansancio que estoy acumulando, resultó justo lo que deseaba. No lo que esperaba, porque me fuí solo, y sin demasiadas ganas de hablar y con mucho que pensar. Y sin embargo me pasé medio viaje hablando y el resto escuchando.

Porque si apretabas el paso y adelantabas a los lentos caminantes, se captaban fragmentos de conversaciones de lo más dispares. Colegios, gimnasios, recuerdos de posguerra, viajes, climatologia... Y curiosamente se notaba cierta facilidad para inmiscuirse en las conversaciones, para unirse a un grupo u otro, y luego partir a otra parte. Supongo que esta afable tolerancia será cosa de la bondad humana, de los domingos con desconocidos en el campo o de las ganas de vivir un dia distinto.

De un modo u otro lo pasé bien. Pero curiosamente volví a la ciudad pensando más en el caleidoscopio de gentes que habia encontrado que con el recuerdo de las montañas. Esto será porque eramos ciento y la madre... Y tengo que volver en números más reducidos.

Mientras os pongo un tema de Zoolook, mi disco favorito - y el más distinto- de Jarre, para el que usó como sonidos voces humanas grabadas en más de 30 idiomas diferentes. Porque el mundo es un cambiante caleidoscopio, y nosotros somos luces en el...

domingo, octubre 28, 2007

Disculpas, de Chuang Tzu























Si un hombre pisa a un desconocido
en el mercado,
ofrece cortésmente disculpas
y una explicación
("¡Este lugar está tan enormemente
lleno!).

Si un hermano mayor
pisa a su hermano menor,
dice: "¡Lo siento mucho!"
y ahí queda eso.

Si un padre
pisa a un hijo suyo,
no se dice absolutamente nada.

La mayor educación
está libre de toda formalidad.
La conducta perfecta
está libre de preocupaciones.
La sabiduría perfecta
no está planificada.

El amor perfecto
no necesita demostraciones.
La sinceridad perfecta no ofrece
garantías.

sábado, octubre 27, 2007

¿Mi bicicleta?.






































Esta tarde me ha parado un irlandes por la calle para preguntarme donde podria comprarse una bicicleta.

Debe haber visto el mal aspecto de mi bici, y suponer que sabia donde comprar bicicletas de segunda mano. Mi actual bicicleta, aunque parece de tercera mano, la compré hace un año escaso. Sin embargo, la poca calidad de la pintura y las noches a la intemperie, más mi cuidadoso trato, la han convertido en algo que nadie robaria ni borracho.

Para mi es perfecto, y así puedo seguir haciendo el vago, no subiendo al piso cada noche el vehículo, y olvidarlo atado al arbol de enfrente sin temores. Mi justificación es que presumir de bici no me va a acercar los sitios y solo trae trabajos. Puede ser cierto, y un acercamiento taoista -¿?- a la sencillez y lo practico en la vida, o vagueria y falta de amor propio. Sea como sea, no puedo lucir el vehículo.

De vez en cuando me digo que cuando me sobren las pelas, igual me animo y me compro una bici nueva. Una de esas negras que lleva la gente en Holanda y Alemania, con el manillar muy alto, tanto que montas recto y cómodo, sin cheparte, y no tuerces ni el cuello.

Que es lo que no me gusta nada de la mountain bike. Por que vas encorvado, postura genial para subir cuestas tremendas, pero que en la ciudad es una tonteria. Una tan grande como llevar un todoterreno para ir al mercadona o a la oficina o a recoger a los niños. O peor aún, pagarlo.

Pero claro, esa postura de chepamiento me obliga a ir en la bici sin manos. El manillar suelto, con los brazos cruzados, o en los bolsillos. Me costó trabajo aprender, aunque así he conseguido estupendas lecciones sobre el equilibrio y el miedo. Ahora que lo tengo dominado me resulta divertido. Genial. Necesario. En los tramos en que puedes dejar de pedalear es como ir patinando, o en una alfombra mágica. Un mínimo gesto y describes un arco, o entras con precisión quirurgica entre los coches. O te deslizas cuesta abajo sin hacer ningún esfuerzo, sintiendo el viento en los cabellos y como la carretera se desplaza debajo tuyo.

Eso es más dificil de hacer con la bici holandesa, porque no tiene el centro de gravedad tan bajo, y es menos estable para números circenses, y complicada de conducir con los muslos. Y además es tan cómoda, creo, que al final no haces números raros y simplemente pedaleas.

Y me pongo a pensar, y con lo que me gusta ir sin manos por mi ciudad, y lo poquísimo que me apetece subir cada dos por tres la bicicleta por el ascensor para que no me la roben, esa fabulosa bicicleta holandesa no la usaria tanto. La dejaria en casa para trayectos cortos. Y tambien para algunos largos. Cogería el autobus, y no la llevaria cuando voy a dar clase a barrios malos.

Ahora que lo he pensado, me parece que estoy muy bien con mi rayada y estupenda bici de 60€. ¿Cual me daría más?

viernes, octubre 26, 2007

Noches de sol. Ludovico Einaudi.



Ayer estaba pidiendo un poco más de sol en mi vida.

Un poco de sol que brillara en mi ciudad, que está entrando aún en el otoño con paso firme y decidido. Que brillara en los rincones oscuros de estos dias, en la residencia donde estoy haciendo las practicas, en mis momentos de fatiga, o de ceguera.

Y el sol ha brillado, unos rayos en la cabeza canosa de una anciana que todos los dias llora y pregunta por un chico. En una antigua bicicleta holandesa que he visto rodar por la calle, o en el reencuentro con viejos amigos esta tarde.

Pero en entre estos claros y nubes, no esperaba pasarme la noche con los ojos cerrados, en un concierto, y acostarme lleno de calidez, de una sensación a sol antiguo, a mediodía, a verano.

Esta noche ha tocado Ludovico Einaudi en mi ciudad. Apenas le conocía y ha sido una sorpresa extraordinaria. Un directo de temas alargados y ramificados hasta el infinito, tan inagotables y válidos como la vida misma, como los mismos días, incluso si son grises.

Ha sido el mejor concierto en más de un año, y aunque he llegado tarde, he podido disfrutar en primera fila y con los ojos cerrados a unas piezas en las que el piano acababa pintando el mismo discurrir del tiempo y la existencia. Me ha encantado. Y los que allí estábamos hemos acabado en pie, aplaudiendo como único modo de expresar lo que sentiamos.

Arriba tienes un poco de Ludovico, aunque algo enlatado y reducido. Pero la música, aunque suene lejana, cuenta las mismas cosas. Que encontréis el sol.

jueves, octubre 25, 2007

De cómo llegó el enemigo a Thulnrana, de Lord Dunsany





















Desde hace mucho tiempo había sido profetizado y previsto de antiguo que el enemigo llegaría a Thlunrana. Y se conocía la fecha de su destrucción y la puerta por la que aquél entraría, aunque nadie había profetizado quién sería el enemigo, excepto que se trataría de uno de los dioses que vivían entre los hombres. Mientras tanto, Thlunrana, esa lamasería secreta, esa catedral mayor de la magia, era el terror del valle en el que estaba asentada y de todas las tierras que lo circundaban. Sus ventanas eran tan estrechas y altas, y tan extrañas cuando estaban iluminadas de noche, que parecían contemplar a la gente con una diabólica mirada de soslayo, como si guardaran algún secreto en la oscuridad. Quiénes eran los magos y sus delegados y el gran hechicero jefe de aquel furtivo lugar nadie lo sabe, pues iban cubiertos con capas, capuchas y velos totalmente negros.

Aunque su destrucción estaba próxima y el enemigo de la profecía debía llegar aquella misma noche a través de la puerta abierta del sur que llamaban la Puerta de la Perdición, la rocosa estructura de Thlunrana permanecía todavía misteriosa, venerable, terrible, oscura, y espantosamente coronada por su funesto destino. No era frecuente que alguien se atreviera a vagar de noche por las cercanías de Thlunrana, cuando el lamento de los magos invocando no se sabe a Quién se alzaba débilmente desde las cámaras interiores, asustando a los murciélagos a la deriva; mas la última noche llegó el hombre de la cabaña con techo de paja negro junto a los cinco pinos, ya que quería ver Thlunrana una vez más antes de que el enemigo, que aunque vivía entre los hombres era divino, viniera contra ella y la destruyera. Ascendió el sombrío valle con audacia, mas sus temores fueron en aumento; su valor le sostenía todavía aunque le empezaba a flaquear. Entró por la puerta del sur que llaman Puerta de la Perdición. Llegó a un oscuro vestíbulo y, subiendo una escalera de mármol, pasó a ver lo que quedaba de Thlunrana. Apartó una cortina de terciopelo negro y entró en una cámara, más tenebrosa que cualquier otra que pueda uno imaginarse, donde colgaban otras muchas cortinas. En otra cámara sombría, vislumbrada a través de una arcada, unos magos con cirios encendidos practicaban su magia y decían conjuros en voz baja.
Todas las ratas del lugar habían desaparecido, yéndose gimoteando escalera abajo. El hombre de la cabaña con techo de paja negro atravesó esta segunda cámara: los magos no le miraron ni cesaron de susurrar. Dejó atrás pesadas cortinas, también de terciopelo negro, y entró en una cámara de mármol negro donde nada se movía. Únicamente ardía un cirio en aquella tercera cámara; no había ventanas. Sobre el pulido suelo, al pie de la lisa pared, se levantaba un pabellón de seda con sus cortinas corridas: era el sanctasanctórum de aquel siniestro lugar, su misterio más recóndito. A uno y otro lado había enigmáticas figuras agachadas, hombres o mujeres, o estatuas cubiertas, o bestias amaestradas para estar calladas. Y cuando la horrible quietud de aquel lugar era mayor de lo que podía soportar, el hombre de la cabaña con techo de paja negro junto a los cinco pinos se dirigió al pabellón de seda y, descorriendo con determinación una de las cortinas, contempló el misterio oculto y se rió. Y la profecía se cumplió, y Thlunrana nunca más fue el terror del valle, sino que los magos abandonaron sus terroríficas salas y huyeron a campo abierto, amentándose y dándose golpes de pecho, pues la risa era el enemigo que, según estaba predestinado, vendría contra Thlunrana por la puerta del sur conocida como la Puerta de la Perdición, y aunque habita entre los hombres se trata de uno de los dioses.

miércoles, octubre 24, 2007

En un dia gris...



Estamos teniendo unos sorpresivos días grises en mi ciudad sin primavera. Digo sorpresivos porque el niño que llevo por dentro se siente traicionado. Tras la lluvia de otras semanas y los turnos trabajados de noche necesito, no solo vivir de día, sino que esos días sean luminosos, claros, llenos de luz.

Pero no es así, y no es culpa de la residencia de ancianos donde estoy haciendo las prácticas, del otoño o de la meteorología adversa - de la que ya avisó el periódico.
Tampoco del examen de anatomía que se acerca lento e implacable como un tanque Sherman.

Afortunadamente me he empezado a resignar a dormir mis horas, a descansar lo suficiente, y ya empiezo a ser persona. Me fastidia que dependa mi modo de ver las cosas del grado de fatiga, pero como soy humano y no puedo controlarlo todo, toca cuidarse.

Y conforme me cuido y empiezo a darme tregua, y me resigno a parar, van surgiendo cosas. Unas tontas, otras imprescindibles para ser persona, como los amigos, e incluso los caprichos, como el libro "El curso del corazón" de M John Harrisón, del que me he colgado absurdamente sin haber leído nada suyo.

Será esto porque me encanta leer críticas, enciclopedias y reseñas. Será eso porque es divertido reconstruir el mundo desde trozos, ecos y fragmentos. Y será finalmente todo porque los días de lluvia es más cómodo no enfrentarse al mundo, hacerse un nudo y no correr riesgos. Pero eso es solo una pequeña parte de la vida...

La música por cierto es de Aventuras de Kirlian, que han reaparecido en mi vida por un capricho del destino. Pero que encajan, como todo, en el puzzle de estos dias grises.

Besos

martes, octubre 23, 2007

Hua Hu Ching 22, en las cosas cotidianas...























¿Cómo puede verse la Unidad divina?
¿En hermosas formas, en pasmosas maravillas, en inspiradores milagros?
El Tao no está obligado a presentarse de esta forma.
Siempre está presente y siempre está disponible.

Cuando se agota el lenguaje y se disuelve la mente, se manifiesta por sí mismo.
Cuando se cultivan la claridad y la pureza, se revela a sí mismo.
Cuando la sinceridad es incondicional, se desvela a sí mismo.

Si deseas ser vivido por él, lo verás en todas partes, incluso en las cosas más ordinarias.

lunes, octubre 22, 2007

La ley interior, de Chuang Tzu






























Aquel cuya ley está dentro de sí mismo
camina oculto.
Sus actos no se ven influenciados
por aprobaciones y desaprobaciones.
Aquél cuya ley está fuera de sí mismo
dirige su voluntad hacia lo que está
más allá de su control
y busca
extender su poder
sobre los objetos.

Aquel que camina escondido
tene luz para guiarlo
en todos sus actos.
Aquel que busca extender su control
no es más que un operador.
Mientras cree que está
superando a los otros,
los otros lo ven tan sólo
esforzarse, estirarse,
para ponerse de puntillas.
Cuando intenta extender su poder
sobre los objetos,
esos objetos ganan control
sobre él.
Aquel que se ve controlado por objetos
pierde la posesión de su ser interior.
Si ya no se valora a sí mismo,
¿cómo puede valorar a otros?
Si ya no valora a otros.
queda abandonado.
¡No le queda nada!

¡No hay arma más mortífera que la voluntad!
¡Ni la mád afilada de las espadas
puede comparársele!
No hay ladrón más peligroso
que la Naturaleza (Yang y Yin).
Y aun así no es la Naturaleza
la causante del daño:
¡es la propia voluntad del hombre!

sábado, octubre 20, 2007

El escudo de la ciudad, de Franz Kafka






























Al comienzo no faltó el orden en los preparativos para construir la Torre de Babel; orden en exceso quizá. Se preocuparon demasiado de los guías e intérpretes, de los alojamientos para obreros, y de vías de comunicación, como si para la tarea hubieran dispuesto de siglos. En aquella época todo el mundo pensaba que se podía construir con mucha calma; un poco más y habrían desistido de todo, hasta de echar los cimientos. La gente se decía: lo mas importante de la obra es la intención de construir una torre que llegue al cielo. Lo otro, es deseo, grandeza, lo inolvidable; mientras existan hombres en la tierra, existirá también el ferviente deseo de terminar la torre. Por lo cual no tiene que inquietarnos el porvenir. Por lo contrario, pensemos en el mayor conocimiento de las próximas generaciones; la arquitectura ha progresado y continuará haciéndolo; de aquí a cien años el trabajo que ahora nos tarda un año se podrá hacer seguramente en unos meses, mas durable y mejor. Entonces ¿para qué agotarnos ahora? El empeño se justificaría si cupiera la posibilidad de que en el transcurso de una generación se pudiera terminar la torre. Cosa totalmente imposible; lo más probable será que la nueva generación, con sus conocimientos más perfeccionados, condene el trabajo de la generación anterior y destruya todo lo construido, para comenzar de nuevo. Esas lucubraciones restaron energías, y se pensó ya menos en construir la torre que en levantar una ciudad para obreros. Mas cada nacionalidad deseaba el mejor barrio, lo que originó disputas que terminaban en peleas sangrientas. Esas peleas no tenían ningún objeto; algunos dirigentes estimaban que demoraría muchisimo la construcción de la torre, y otros, que más convenía aguardar a que se restableciera la paz. Pero no solo ocupaban el tiempo en pelear; en las treguas embellecían la ciudad, lo que a su vez daba motivo a nuevas envidias y nuevas polémicas. Así transcurrió el tiempo de la primera generación, pero ninguna de las otras siguientes tampoco varió; solo desarrollaron más la habilidad técnica, y unido a eso, la belicosidad. A pesar de que la segunda o tercera generación comprendió lo insensato de construir una torre que llegara al cielo, ya estaban todos demasiado comprometidos para dejar abandonados los trabajos y la ciudad.
En todas sus leyendas y cantos, esa ciudad tiene la esperanza de que llegue un día, especialmente vaticinado, en el cual cinco golpes asestados en forma sucesiva por el puño de una mano gigantesca, destruirán la mencionada ciudad. Y es por eso que el puño aparece en su escudo de armas.

viernes, octubre 19, 2007

Volver




















Hoy he vuelto. Creo.

O quizás volví a la ciudad el lunes. Ese dia que me bajó una amiga de la montaña en coche, ahorrandome otros 26 km de caminata. O la mañana del martes cuando tras dar vueltas toda la noche por lo blando del colchón, me desperté con el ruido del despertador y la obligación de volver a la oficina.

O el miercoles, cuando me levanté pensando que algunas viejas costumbres solo habian estado esperandome estos dias y semanas. No lo sé.

Más bien va a ser hoy. Desde la residencia para ancianos donde estoy haciendo prácticas miré la hierba verde de lluvia y vida, y no pensé en los pinos y la montaña. Y hoy me he puesto por fín a escribir en el blog.

Estoy aquí. Y aquí significa en mi ciudad, en el sitio que me corresponde estar. No habrán en las próximas semanas apenas escapadas fuera. El examen de Anatomia será en un mes y algo, y voy a optimizar mi tiempo todo lo que realmente pueda.

Pero sobre todo porque ahora entiendo en lo fuerte que se alza mi deseo de volver a la montaña que no es para huir de la ciudad, de su confusión y de su ruido, de su mentira.

Es para huir de mis problemas. Pero la vida está compuesta de problemas entre otras cosas, y sin enfrentarnos a ellos y resolverlos no vamos realmente a ninguna parte. Por eso de momento me quedo en la cuidad. No descarto irme al campo.

De visita.

Un palido punto azul, Blog Action Day



No soy de marchar en formación, ni de hacer desfiles. Tampoco me gustan los uniformes. Ni los dias mundiales.

Pero al leer lo del Blog Action Day y el siempre bienvenido y bienintencionado propósito de que todo marchemos a la par por una buena causa, esa uniformidad -bienintencionada y pelin torpe- me ha recordado unas palabras sabias que leí en Fogonazos, y que quizás no vengan a cuento. Ni tampoco tengan que ver con el medio ambiente, pero que si hablan de algo global, mundial e importante.

De un pequeño y pálido punto azul.

Un abrazo

viernes, octubre 12, 2007

Una noche mejor


















Esta es la última noche de una serie de cuatro seguidas. Y hoy debiera estar más cansado que nunca, más que los dos últimos dias, que esta mañana incluso, o que esta tarde.

Y sin embargo me encuentro bien, con energias suficientes para llegar hasta la mañana, para coger mi mochila y plantarme, dios mediante, en el refugio que me espera este viernes en lo alto del barranco del Leyva.

En parte me siento mejor por la perspectiva de estar acabando esta larga serie de noches. Y por la tortilla de patatas hecha por una señora de 88 años, y que nos hemos comido en la oficina entre incidencia e incidencia.

Pero, sobre todo me siento bien porque he cenado con unos amigos, y entre un buen plato de pasta y un excelente té moruno se ha desarrollado una charla tan vieja y tan nueva como los que estabamos presentes. El afecto y la solidaridad, el escuchar y ser escuchado, el cariño, curan, sanan de verdad.

Creo que va a ser por eso. Y por la tortilla de patatas. Pero sobretodo por las personas.

miércoles, octubre 10, 2007

Reconciliación, de Fredric Brown





















Fuera, la noche era silenciosa y estrellada. En el salón de la casa se respiraba un ambiente tenso. El hombre y la mujer que allí estaban se contemplaban con odio, a unos pocos metros el uno del otro.
El hombre tenía los puños cerrados como si debiera utilizarlos, y los dedos de la mujer estaban separados y curvados como garras, pero ambos mantenían los brazos rígidamente estirados a lo largo de su cuerpo. Eran seres civilizados.
Ella habló en voz baja:
- Te odio - dijo -. He llegado a odiar todo lo que te concierne.
- No me extraña - replicó él -. Ya me has arrancado hasta el último céntimo con tus extravagancias, y ahora que ya no puedo comparte todas las tonterías que tu egoísta corazoncito...
- No es eso. Ya sabes que no es eso. Si aún me trataras igual que antes, sabes que el dinero no importaría. Es esa... esa mujer.
El suspiró como aquel que suspira al oír una cosa por diezmilésima vez.
- Sabes muy bien - dijo - que ella no significaba nada para mí, absolutamente nada. Tú me empujaste a hacer... lo que hice. Y, a pesar de que no significara nada para mí, no lo lamento. Volvería a hacerlo.
- Volverás a hacerlo, en cuanto se te presente la oportunidad. Pero yo no estaré aquí para que me humilles. Me has humillado ante mis amigas...
- ¡Amigas! Esas arpías cuya asquerosa opinión te importa más que...
Un destello cegador y un calor sofocante. Ambos comprendieron, y cada uno de ellos dio un paso hacia el otro con los brazos extendidos; se abrazaron desesperadamente durante el segundo que les quedaba, el segundo final, que era todo lo que entonces importaba.
- Oh, amor mío, te quiero...
- John, John, cariño...
La onda de choque les alcanzó.
Fuera, en lo que había sido una noche silenciosa, una flor roja aumentaba de tamaño y se alzaba hacia el cielo destruido.

domingo, octubre 07, 2007

La llamada del bosque




























Igual que me fui hace casi un mes a Sierra Espuña a descansar del mundo, vuelvo a hacerlo el proximo fin de semana. Es una circunstancia rara que mi horario por turnos coincida con un puente, y voy a aprovecharlo para subir a lo alto del barranco de Leyba. Allí tengo reservado el pequeño refugio, cerca de parajes tan solitarios como las casas abandonadas de Malvariche o Fuente Blanca.

Unos dias -casi cuatro- para descansar, disfrutar del silencio, y limpiarme los ojos de cemento y asfalto. Va a ser un poco duro llegar sin coche desde Alhama, a menos que haga autostop en la sierra, pero no me apetece que me suba nadie. La otra vez fue una alegria subir y bajar con los amigos, y disfrutar de una noche con ellos, pero deseo un silencio más continuo. Y ganarmelo.

Quizás son tonterias mias eso de tener que ganarse algo, pero es un precio que quiero pagar, y hasta que no lo halla hecho, conociendome, no sabré si merece la pena subir los veintitantos kilometros.

Me he estado preparando un poquillo, haciendo senderismo primero y luego descansando de un golpe que me di en la rótula con la bici. Tengo la mochila reducida al mínimo y muchas ganas de partir.

Mientras, a cuidarme, y a soñar lo justo con la partida. Os dejo con una galeria de Imapix sobre el otoño. Es una estación dorada, fecunda y llena de color. Espero que podais encontrar un hueco para apreciar lo que vale, fuera de la ciudad.

sábado, octubre 06, 2007

La necesidad de vencer, de Chuang Tzu


























Cuando un arquero dispara porque sí,
está en posesión de toda su habilidad.
Si está disparando por ganar una hebilla de
bronce,
ya está nervioso.
Si el premio es de oro,
se ciega
o ve dos blancos...
¡Ha perdido la cabeza!

Su habilidad no ha variado. Pero el premio
lo divide. Está preocupado.
Piensa más en vencer
que en disparar...
Y la necesidad de ganar
le quita poder.

viernes, octubre 05, 2007

El sueño del Rey Karna–Vootra, de Lord Dunsany




















El rey Karna–Vootra, sentado en su trono que todo lo domina, dijo:

–La pasada noche vi con toda claridad a la majestuosa Vava–Nyria. Aunque estaba parcialmente oculta por grandes nubarrones que continuamente pasaban por delante de ella, dando vueltas a su alrededor, su rostro estaba descubierto y en él resplandecía el claro de luna.

Le dije a ella:

–Pasea conmigo por los grandes estanques de la hermosa y llena de jardines Istrakhan, donde flotan lirios que producen deliciosos sueños; o, descorriendo la cortina de orquídeas colgantes, ven conmigo a través de un sendero secreto a la otra jungla impenetrable que cubre el único paso entre las montañas que rodean a Istrakhan. La cercan y la contemplan con alegría por la mañana y al anochecer, cuando los estanques todavía no están habituados a la luz, e incluso, a veces, en su alegría, derriten la fatal nieve que mata a los montañeros en las cumbres solitarias. Entre ellas hay valles más antiguos que los pliegues de la luna.

"Ven conmigo allí o quédate aquí e iremos a tierras románticas, de esas que los hombres de las caravanas únicamente evocan en sus canciones; o si no, pasearemos indiferentemente por una tierra tan encantadora que incluso las mariposas que por ella revolotean se asustan de su belleza al ver sus imágenes reflejadas en los estanques sagrados; y por la noche oiremos a innumerables ruiseñores cantando a coro a las estrellas hasta morir. Si te decides, enviaré heraldos lejos de aquí con noticias de tu belleza, los cuales se apresurarán y llegarán a Séndara y hablarán de ella a los hombres que cuidan los rebaños de ovejas marrones; y desde Séndara el rumor se esparcirá por las dos orillas del río sagrado Zoth, e incluso los constructores de cercas de las llanuras oirán hablar de tu belleza y la cantarán. Más tarde, los heraldos irán hacia el norte atravesando las colinas hasta llegar a Sooma. Y en esa ciudad de oro informarán a los reyes, sentados en sus arrogantes tronos de alabastro, de tu extraña e inesperada sonrisa. Y, a menudo, tu historia será contada en mercados lejanos por los mercaderes de Sooma, entre otros cuentos despreocupados con los que atraen a la gente hacia sus mercancías."

"Y los heraldos llegarán incluso a Ingra, donde la gente está siempre bailando. Y allí hablarán de ti, de manera que tu nombre será cantado en aquella alegre ciudad. Y pedirán allí camellos prestados y atravesarán las arenas y, por caminos desiertos, irán a la distante Nirid a hablar de ti a los hombres solitarios de los monasterios de las montañas."

"Ven conmigo ahora, pues es primavera."

Y, cuando dije aquello, ella movió su cabeza, ligera aunque perceptiblemente. Y sólo entonces recordé que yo había perdido la juventud y que ella estaba muerta desde hacía cuarenta años.




Fin

miércoles, octubre 03, 2007

Esclarecidos




















Esclarecidos es mi grupo favorito. Hay algo especial en ellos, en la perfecta voz de Cristina Lliso, en las letras aparentemente sencillas o en los silencios que desfilan entre las notas...

No se explicarlo, y si supiera, no seria lo mismo. Os dejo unas cuantas canciones que no son necesariamente lo mejor de este grupo, sino lo que este instante me sugiere. Hay diamantes negros como "Dragon negro", poemas tristes como "No hay nadie como tú" y sabidurias amargas como la de "Por amor al comercio". Espero que os gusten, y despierten algo en vuestro interior.

Si os quedáis con ganas de más los Cds aún están a la venta, y podéis escuchar algunas canciones más en Goear.



No hay nadie como tú (soberbia)



La mala rosa



Por amor al comercio



No quiero



Dragón negro



Que lo disfrutéis...

martes, octubre 02, 2007

El otro Yo, de Mario Benedetti





























Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos en la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando. Corriente en todo, menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo ante sus amigos. Por otra parte, el Otro Yo era melancólico y, debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó, el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Éste no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero en seguida pensó que ahora sí podría ser íntegramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le llenó de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte, tan saludable”.
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.