sábado, abril 12, 2008

Los indios -4-, de Eduardo Galeano


























En la isla de Vancouver, cuenta Ruth Benedict, los
indios celebraban torneos para medir la grandeza de los
príncipes. Los rivales competían destruyendo sus bienes.
Arrojaban al fuego sus canoas, su aceite de pescado
y sus huevos de salmón; y desde un alto promontorio
echaban a la mar sus mantas y sus vasijas.

Vencía el que se despojaba de todo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

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Veremos si al final le encuentro el sentido a este extraño arrojo de valor; están compitiendo para ver quién siente más el 'desapego'. ¿no?...

....Alcanzas la grandeza cuánto mayor sea tu capacidad de alejamiento o 'desvío del camino socialmente marcado'...

...no sé... he de pensar en ello....

Me parece que yo disfruto de enormes lastres de los que no me quiero 'despegar'... no en estos momentos....


Salvte primo!

Anónimo dijo...

En realidad casi ninguno nos queremos librar de esos lastres, queremos seguir atados a mil y una cosa que parece nos dan seguridad, nos gustan, etc etc. Pero en el fondo son lastres y una vez liberados de ellos podemos caminar más ligeros. Pero ¡cuánto nos cuesta librarnos de ellos!

Ashbless dijo...

Hola, mi primo. Sí, se puede simplificar de ese modo.

Tambien seria presumir de lo contrario de avaricioso, que no es generoso, sino desprendido. Quizás incluso de ser capaz de vivir sin recursos del pasado, sin ataduras.

Lo del desvío del camino socialmente marcado solo para los que se desvíen del camino socialmente marcado. En esa cultura tenia que ser guay hacer eso.

Alcanzas tu mayr gloria, que es cuando no necesitas gloria, cuando eres tú, y nada más.

Un abrazo amigo, y que veas de verdad lo que llamas lastres como lo que son realmente.

Ashbless dijo...

Cierto Lughnasad. Cuando nos ha costado conseguir algo, y ha sido una fuerza impulsora, es dificil dejarlo luego atrás.

El éxito y las conquistas me decepcionan bastante, y hubo una época en las que creia en el deseo y la búsqueda por si mismas. Ahora, quiero pensar que en eso tampoco. Sin embargo cambiamos unas cosas, materiales y finitas y por lo tantocapaces de decepcionar, por otras, que son finitas de otra manera y también se quedarán atrás.

La única receta contra el amor al éxito creo que es el éxito, del mismo modo que el mejor modo de fumar para los mortales es no haber fumado nunca o haberlo hecho tanto que un día te levantas con asco y es el fin del vicio. Por cierto, mi caso.