Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
8 comentarios:
No hay dos fuegos iguales,pero venímos de la misma hoguera...¿no?.
salud¡¡¡.
Que bonitooo ^_^
La cuestión es qué tipo de fuego queremos ser. Digo yo...
Besitos.
Cierto!
Tienes razón, Calle quimera, no lo habia pensado...
Muchas gracias. Un abrazo
Muchas gracias ninôkh.
Me alegra que te halla gustado. Pasate por aquí cuando quieras.
Las historias y los objetos de arte ecesitan un ojo observador o un oido cómplice, solo así tienen sentido.
Un abrazo
¿Que tipo de fuego queremos ser?
Pues yo soy un fuego algo intermitente en los últimos tiempos. He ardido con fuerza y claridad y después casi he vuelto a las brasas...
Ahora creo que empiezo a brillar con más fuerza.
Un abrazo y que brilles gran intensidad y lo disfrutes...
Este ha sido siempre uno de mis relatos favoritos del Don a quien tanto quiero.
Nunca dejará de conmoverme.
Es extraordinario. Celebración de la fantasia me llegó muy adentro, pero este en su sencillez tiene una significación enorme.
Este hombre es un maestro, tiene una sensibilidad y un talento extraordinarios.
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